Corinna y Ravina disfrutaron de su desayuno cerca de una gran ventana que daba al exuberante jardín. El sol matutino proyectaba una luz cálida y dorada sobre las hojas y flores besadas por el rocío, creando una atmósfera serena.
Ravina no pudo evitar sonreír mientras respondía con alegría a cualquier pregunta que su hermana pudiera hacer sobre su infancia mientras intentaba recuperar su memoria. Parecía recordar las cosas más por sensación que por imágenes.
—Lo siento —dijo ella—, luciendo decepcionada cuando no podía recordar ciertas cosas.
Ravina tomó su mano, dándole un apretón suave.
—Estás aquí ahora. Crearemos muchos más recuerdos maravillosos juntos —dijo con serenidad.
Corinna sonrió, girando su mano y entrelazando sus dedos.
—Espero que no estés haciendo esto más —dijo ella—, trazando una cicatriz en su mano con el pulgar.
Ravina se dio cuenta de repente y quiso retirar su mano, pero Corinna la sostuvo firmemente.