—Ravina no podía creer lo que estaba sucediendo, y casi no podía respirar cuando miraba a los ojos de Corinna. Era como si un sueño al que se había aferrado durante años finalmente se hiciera realidad, y estaba aterrada de que se le pudiera escapar de los dedos en cualquier momento. La abrumadora ola de emociones que la inundaban eran demasiado intensas, demasiado crudas, dejándola casi sin aliento y ahogándose en sus lágrimas.
—¡Corinna! Su nombre resonaba en su mente, gritándolo una y otra vez en su cabeza, ya que apenas podía hablar. Había estado deseando desesperadamente que su hermana estuviera viva y la idea de un día encontrarse con ella la había mantenido viva durante los días en que quería poner fin a su miseria. Ahora, aquí estaba, de pie frente a ella, su carne calentada bajo su palma y sus lágrimas mojadas. Los años de dolor y anhelo habían llevado a este momento, y apenas podía comprender que fuera real.