—Nazneen —Ravina le habló suavemente—, sacándola de la batalla que tenía en su cabeza. Se dio cuenta de que había estado sentada en frente del tocador, con el pelo todavía enredado. —Aquí, déjame ayudarte. Ravina le tomó el peine y peinó su pelo con suavidad. —Ares era un pirata. Diría que sigue siéndolo. Estará bien —Aseguró.
—Está en algún lugar donde ni siquiera puedo encontrarlo —dijo Nazneen.
Ella podía ver cómo pensaba Ravina en su cabeza antes de que forzara una sonrisa. —Tendremos que confiar en él y esperar. Debe tener una razón para dejar una carta y desaparecer.
Nazneen suspiró. Ya no lo sabía. Ares era todavía de alguna manera un misterio para ella, pero había prometido que volvería rápidamente.