"Ravina estaba a punto de dormirse cuando oyó que Malachi se iba. Se decía a sí misma que se levantase para ver a dónde iba, pero estaba tan cansada de haber estado despierta toda la noche, inclinándose sobre la cama, levantando, vendando y trabajando durante horas que su cuerpo no la escuchó. Ni siquiera abrió los ojos, y la oscuridad se apoderó pronto.
Logró dormir bien, sin pesadillas ni sueños extraños, y cuándo despertó, la habitación estaba brillantemente iluminada por el sol que se abría paso a través de las ventanas. Cambió de postura y casi gimió de dolor al haber dormido todo el tiempo del mismo lado. Eso nunca había ocurrido ya que raras veces caía en un sueño tan profundo.