"Ravina se despertó con la fría ráfaga de viento en su piel desnuda. Abrió los ojos lentamente, recibida por una tenue luz naranja que entraba por la puerta abierta. Sus párpados se sentían pesados y sus ojos y cabeza dolían mientras intentaba mirar al exterior.
Estaba amaneciendo, el cielo estaba coloreado con tonos de naranja y oro, y las montañas se levantaban como sombras oscuras contra el lienzo bellamente pintado. También estaba la oscura silueta de un hombre allí, igual que la primera vez que vino aquí. Él estaba viendo el amanecer, de pie completamente quieto. Sólo su pelo se movía con el viento.
Con un escalofrío, se levantó del colchón y se dirigió a la puerta, y Malachi se volteó lentamente. Su cara era en su mayoría una sombra.
—Buenos días —él saludó.
—Buenos días —ella sonrió, saliendo fuera.