—Malachi sostuvo a Ravina en sus brazos, escuchando cómo su respiración se calmaba y ella caía lentamente en un sueño profundo. Con sus sentidos todavía en alerta máxima debido a la sanación, no era fácil tenerla tan cerca y mantenerse en esta forma. Pero ella le había pedido que la sostuviera y la consolara. Sabía lo difícil que era para ella permitirse tales cosas, y mucho menos expresarlas, así que quería hacer todo lo posible para estar ahí para ella. Era lo menos que podía hacer, después de todo lo que le había hecho pasar. La furia en su interior era como llamas que se negaban a morir, incluso con ella en sus brazos. Su mente no podía borrar esas cicatrices. Incluso sabiendo que una vez que se aparearan, la magia que compartían ayudaría a sanarla, no disminuyó su ira.