—¡No, no, no! No podía ser. ¡No él! Esto no podía estar pasándole a ella, pero el hecho de que él estuviera allí, justo frente a ella y que pudiera verlo ya hablaba por sí solo. Nadie podría entrar en la cueva excepto su pareja de cría.
Se debatía entre querer transformarse y terminar esta pesadilla quemándolo hasta convertirlo en cenizas y querer arrastrarse de vuelta a su rincón y llorar. ¿Por qué le estaba pasando esto?
Había esperado tantos años. Muchos. Años. En esta oscuridad, sola, esperando el día en que su pareja de cría vendría, la tomaría en sus brazos y la llevaría a la calidez de su hogar prometiéndole venganza. Había vivido soñando con ese día tantas veces y ahora esto.
Un humano.
Él era... diferente, pero aún humano. Si era diferente en el sentido de que él era una bruja, la maldita criatura que la maldijo, entonces ella simplemente desaparecería.
—¿Quién eres? —exigió saber.