—¿Beso de buenas noches?
Antes de que pudiera pensar, él se inclinó más y ella cerró los ojos y apretó sus labios en una delgada línea, como una niña. Sus manos apretaban las mantas con fuerza y su respiración se detuvo.
Podía sentirlo más cerca, su cálido aliento abanicaba sus labios y su suave cabello le acariciaba la mejilla —¿Estaba tan cerca?
—Ravina —susurró su nombre en voz baja.
Ella abrió los ojos y lo miró directamente a los suyos. Brillaban en la luz tenue, el marrón en ellos parecía caramelo.
Malachi acarició su mejilla con el dorso de su dedo índice y sus labios se separaron con un aliento entrecortado. La observó mientras arrastraba su dedo por su piel nuevamente, un suave y cálido roce contra su mejilla.
—No puedo resistirte —confesó en un tono profundo y bajo que vibraba en su pecho. Pero ella no estaba segura a qué se refería esta vez, porque no la estaba mirando con ojos hambrientos. Su mirada era suave, tierna y ligeramente preocupada.