"Malachi se sentó al borde de un acantilado, mirando fijamente hacia las montañas. Su cabeza estaba llena de pensamientos y su corazón inquieto. Quería aclarar su mente pero ese toque de las yemas de sus dedos detrás de su oreja seguía volviendo a él. No sabía cómo interpretar ese gesto.
Además del gesto, sus propias acciones y la decisión en la parte trasera de su mente le molestaban. Sus pesadillas sobre aterrorizar estaban de vuelta, su subconsciente ya estaba uniendo las piezas.
—¡Malachi!
Al girar la cabeza, vio al sacerdote Chanan acercándose a él. —¿También te gusta este acantilado? —preguntó.
—No sabía que te gustaba este acantilado —dijo Malachi.
—No a mí. A tu pareja de cría.
—Pareces muy interesado en ella.
Él se rió. —¿No has notado que estoy interesado en cualquiera que pueda necesitar ayuda? Es mi trabajo y ahora tu preocupación me llamó.
—No estoy preocupado —mintió.