"Ravina pudo conocer al marido de la sirvienta Mara, quien mostraba gran entusiasmo por el proyecto. Le explicó su visión, motivándolo al desafiar sus habilidades.
—No debería ser difícil. Yo puedo hacerlo. No hay problema —dijo él.
—Bien. Este es sólo mi primer diseño. Podría no tener éxito, pero al hacerlo podremos ver qué funciona y qué no, y luego podremos tratar de mejorarlo. Si no funciona en absoluto, te compensaré por tu trabajo —le aseguró.
Asintió. —Bien, entonces voy a hacer este primer intento.
Ravina estaba emocionada de ver cómo resultaría. Se dio cuenta de cuánto extrañaba su hogar e inventar sus armas. Se preguntó cómo estarían las cosas en casa. ¿Estaría bien Ares? ¿Estaría bien su tío? ¿Y qué tal Ester y Bram?
Mientras se sentaba en la mesa, ya con una pluma y papel, garabateó sus pensamientos. Sus preocupaciones. Las palabras que nunca pronunció, porque ¿a quién le iba a quejar cuando ella misma se había metido en esta situación?