—¿Qué juego? —pregunté. Sentía cómo mi corazón latía subiendo y bajando, rápidamente, fuerte, como un tambor que golpeaba en lugar de mi corazón. Podía sentir la respiración estable de Dion, sus suaves ronquidos como si estuviera seguro, como si estuviera en el lugar más seguro del mundo. Él no tenía idea.
—Un juego. Un juego divertido —dijo Azul y se acercó hacia mí.
No me moví de mi lugar. Mantuve mi posición, cuando todo lo que quería era esconderme. Azul me hacía sentir de esa manera. Me asustaba. Las figuras paternas siempre me asustaban. Los hermanos me asustaban.
Azul tocó mi rostro suavemente. Casi me estremecí. Me recordaba tanto a Padre que era inquietante.
—Mi hija, nosotros no tenemos una relación típica de padre e hija. Nunca la tendremos. Pero al menos, podemos divertirnos —dijo—. Digamos que este juego nos ayudará a unirnos.
—Oh, por favor, eso es solo farol —dije rodando los ojos y aparté su mano.