(Desde la perspectiva de Azul)
—Prometiste, ¿verdad? Necesitas cumplir tu promesa —dije.
—No te preocupes. Cumpliré mi promesa. Siempre escucho a mi adorable esposa, ¿no es cierto? —rió entre dientes y besó mi palma que estaba contra su mejilla.
—No siempre. Hay veces en las que no escuchas a nadie más que a ti mismo.
—Yo... yo también tengo algo más que contarte —balbuceé.
—¿Sí?
—Uh... De hecho, esta tarde, mientras estaba trabajando en mi oficina, vino Madre —dije.
—¿Madre? ¿Por qué? ¿Sin avisarte primero?
—Fue repentino. Resulta que había venido a merendar conmigo. Trajo esos aperitivos salados ya que no me gustan mucho los dulces.
—¿Tomaste primero el antídoto?