—Nah, lo hice porque tenía mucho trabajo por hacer, no porque quisiera un día libre —dijo Flint.
—¿Oh?
¿Estaría mal si dijera que no me sorprendió? Me desconcertó bastante porque Flint no era el tipo de persona que se preocupaba demasiado por el trabajo si no era para ganar dinero o para tomarse un día libre.
—¿Su Alteza no confía en mí? —preguntó Flint sospechosamente.
—Voy a volver a mi habitación ahora —dije sin responderle—. ¿Puedes llevarme a mi habitación, Abel?
—Sí, Su Alteza —se inclinó Abel.
—¡No me ignores, Su Alteza!
—¿Quién eres tú de nuevo? ¿No te conozco?
—¡Su Alteza!
—¿Por qué haces tanto ruido, Flint? Vámonos ahora, Su Alteza. Debes estar cansada.
—Sí, vámonos.
Abel me acompañó a la habitación y esperó frente a la habitación. —Espero que pueda dormir bien, Su Alteza. Por favor, descansa —dijo.
—Sí, lo haré. Buenas noches, Abel.
—Buenas noches, Su Alteza.