—Kathleen se acercó más a Eleanor—. Sé que debió haber sido aterrador, cariño.
—Observó detenidamente el rostro de Eleanor mientras formulaba cuidadosamente la siguiente pregunta—. ¿Has tenido pesadillas durante la noche?
—Eleanor rebuscó en su memoria, pero no pudo recordar si había tenido alguna pesadilla. El único sueño que recordaba no podría considerarse una pesadilla.
—De hecho, le habría encantado que el sueño se repitiera cada noche, pero temía compartirlo con su madre porque podría molestarla.
—Al final del día solo pudo agitar la cabeza—. No, mamá, no tuve pesadillas.
—¿Estás segura?
—Mm-hmm —Eleanor asintió con vigor para convencer a su madre y continuó tomando su jugo.
—Kathleen revoloteó el cabello de Eleanor—. Está bien, pero debes recordar decirle a mamá si no te sientes bien. No escondas nada de mamá, ¿de acuerdo?
—No lo haré, mamá.
—Kathleen extendió la mano y abrazó a Eleanor—. Esa es mi valiente niña y estoy muy orgullosa de ti.