En la estación de policía donde estaba, Dolly se sentó en la fría y dura cama de su celda.
Su mente corría, revoloteando con pensamientos que no podía compartir con nadie. Eran los pensamientos a los que se había aferrado desesperadamente desde su arresto... Steffan vendría por ella.
La voz del guardia cortó sus pensamientos, sobresaltándola.
—Tienes un visitante.
Su corazón dio un salto y un alivio inundó su ser. Steffan, aunque le tomara dos largos y agotadores días, finalmente estaba aquí por ella, venía.
Debía haber finalmente creído en ella y venido a aclarar a la policía que en verdad eran marido y mujer y no estaba en su casa contra su voluntad.
Se levantó rápidamente, alisando el mono que le hicieron ponerse en lugar del seductor vestido transparente que llevaba cuando fue arrestada.
Pasó los dedos por su cabello en un intento fútil de parecer presentable. No pudo evitar acelerar sus pasos emocionada al seguir al guardia por el sombrío pasillo.