—Pero quiero ser ese hombre y aún más. Quizás esta vez, podamos construir algo aún más fuerte.
Lágrimas resbalaron por las mejillas de Lauren al escuchar las palabras de Steffan. Ella soltó una risa temblorosa mientras se las secaba con el dorso de la mano. —No tienes idea de cuánto he querido escucharte decir eso. Tenía tanto miedo de presionarte demasiado y arruinar cualquier oportunidad que pudiéramos haber tenido.
Steffan sacudió la cabeza. —No me estás presionando, Lauren. Has sido más paciente conmigo de lo que probablemente merecía.
Se quedaron sentados en silencio durante algunos momentos más, con sus manos aún entrelazadas perdidos en sus pensamientos separados.
Finalmente, Steffan rompió el silencio con una sonrisa juguetona. —Ahora, realmente deberías entrar y prepararte. Tenemos una cena a la que asistir, y no quiero ser responsable de que la heroína de la fiesta llegue tarde —bromeó.
Lauren se rió, pero casi inmediatamente apareció un puchero en sus labios rosados.