Con eso hizo una llamada a su querida hija a quien no había visto en días. Quizás todavía estaba enojada o avergonzada por lo que hizo el otro día.
—Hola, mamá —respondió Lauren desde el otro extremo.
—¿Así es como tratas a tu madre? No me vuelvas a llamar mamá —regañó Sarah fingiendo enojo.
—No digas eso, mamá. He estado bastante ocupada, últimamente, por eso —se disculpó Lauren.
—¿Qué hay más importante que yo, tu madre? Es muy claro que ya no me tienes en tu corazón, si no, ¿por qué me abandonarías por días dejándome sola para atender a ese inútil hijo mío que ha elegido olvidarse de las cosas básicas de la vida? Estoy tan dolida en este momento y me siento tan abandonada —se quejó Sarah y sonó tan lastimada que Lauren, quien claramente sabía que Sarah volvía a sus andanzas, todavía estaba afectada por su tono.
—Está bien. Iré a verte este domingo. ¿Qué te parece?
Sarah estaba eufórica al obtener su promesa, pero todavía intentó presionar un poco más.