Pocos minutos después, salió de su oficina y vio a un guapo caballero alto y bien formado, exudando el aura de un príncipe junto al mostrador.
Al reconocerlo, los ojos de Lauren se abrieron con una sorpresa agradable.
Sin dudarlo, corrió hacia él y se abrazaron con fuerza, sus cuerpos juntos en un cálido abrazo.
—¿Cómo me encontraste? —preguntó Lauren, sin poder creer lo que veían sus ojos.
—¿No te dije que aunque huyeras a los confines de la tierra, aún así te encontraría? —se burló George Powell, con el hoyuelo de su mejilla izquierda estirándose atractivamente.
Eso era algo que compartía con Lauren y era lo mismo que también lo atraía hacia ella como las pulgas a la luz.
—Deja de presumir, George, aun así te tomó todo este tiempo encontrarme —dijo Lauren con una sonrisa burlona mientras rompía el abrazo.
Aunque George no estaba feliz cuando de repente perdió el calor que venía con su abrazo, aún tenía que dejarla ir.