—¡¿Qué?! —Johnson casi gritó desde la silla cuando escuchó lo que dijo su jefe. Pero fue lo suficientemente sabio como para callarse a tiempo.
Sin embargo, el débil jadeo que escapó de su boca no pasó desapercibido para su jefe, quien le lanzó una mirada de advertencia.
—¿Cómo es lo que pasaste un accidente menor? Estoy seguro de que te trajeron de vuelta de las puertas del infierno, o del cielo según sea el caso.
—¿Cómo estás papá? —preguntó Elvis, su voz impregnada de preocupación.
—Estoy recuperándome bien —respondió Shawn mientras se permitía disfrutar un poco de los cuidados de su hijo. Era raro que Elvis hablara con él de manera tan gentil.
—¿Fue esa la razón por la que no pudiste contactarnos? —Elvis de repente se sintió mal por cómo había malinterpretado a su padre.
—Esa no es la razón por la que pedí una videollamada, amigo —dijo Shawn cuando vio al pequeño volviéndose más taciturno.
—¡Oye! ¿Es ese papá en el hospital? ¿Y por qué lleva puesta una bata?