—¿Qué hacemos, hermano? —Elvis cruzó sus manos una sobre la otra en su pequeña espalda, mientras iba de un lado a otro, rumiando la pregunta de su hermana.
Los ojos de Eleanor seguían sus movimientos y cuando ya no pudo soportarlo más, gritó—. ¿Puedes sentarte o quedarte quieto por un momento? Ya me siento mareada con tus paseos sin cesar.
—Si te sientes mareada, cierra los ojos. Así no me verás —dijo Elvis sin dedicarle siquiera una mirada a Eleanor.
Con un gesto de disgusto en su cara, finalmente se detuvo—. Ahora no puedo recordar dónde me quedé con mis pensamientos por tu interrupción.
Eleanor sonrió con malicia—. Estabas pensando en cómo abordar a papá.
—No eso. Estaba planeando un plan —respondió Elvis de mal humor—. Ahora tiene que empezar el proceso todo de nuevo.
Desde su smart wristwatch, vio que solo tenían cinco minutos para el final del recreo. Sus ojos se estrecharon ligeramente al ver que ya no tenían mucho tiempo.