"En la penumbra yace la verdad, donde los opresores disfrazan su crueldad de justicia y los incomprendidos abrazan su diferencia con resignación"
Hoy, ante la mirada del oscuro laberinto, me encuentro sumido en un mar de tristeza y confusión. El destino cruel ha hecho que me convierta en el instrumento de la muerte, en el verdugo de aquel pobre ser cuyo único pecado fue nacer diferente. El Minotauro, esa criatura mitad hombre y mitad bestia, un monstruo engendrado por los errores de los dioses.
Mi corazón se estremece al recordar sus ojos llenos de pena y dolor,sus lamentos dolorosos...sus cadenas invisibles que lo ataban a la oscuridad de su laberinto. ¿Acaso el sufrimiento y la soledad recae en el destino de aquellos que son diferentes? ¿Qué pecado cometieron para merecer este tormento?
Aquella bestia, atrapado en su propio cuerpo, aceptaba su destino con una serenidad que me resultaba incomprensible. Él, que nunca conoció la libertad, encontraba consuelo en lo que no podía cambiar. Sus muros se volvieron su refugio, su prisión, su hogar triste y solitario. Pero en su mirada había algo más, una chispa de aceptación resignada, de resignación ante su condición de ser diferente en un mundo que siempre busca la uniformidad.
-Que tristeza me da contemplar el laberinto de la vida, donde las almas se pierden en la penumbra de sus propias incertidumbres y los corazones se extraviaron en la búsqueda de un destino que a menudo se revela como una cruel ilusión.-
arrastro la pesada carga de las expectativas impuestas por los dioses y el rey Minos, me encuentro prisionero en un sombrío laberinto, donde las hipocresía y la opresión me envuelven. Aunque aparente libertad en mis movimientos, mi alma está atrapada entre las exigencias de aquellos que se consideran superiores. Obligado a cumplir mi misión, debo arrebatar la vida del Minotauro, mientras mi corazón llora en silencio por su destino trágico y despiadado.
El Minotauro, en su penumbra solitaria, me mostró la crueldad de aquellos que se sienten superiores. Él no conocía esa arrogancia, esa necesidad de dominar a los demás para sentirse poderoso. Él tal vez solo anhelaba ser comprendido y liberarse de aquellas crueles cadenas de soledad, ser aceptado por aquellos que nunca entenderían su diferencia.
Y ahora, aquí estoy, ante el laberinto del Minotauro, con el hilo de Ariadna en mi mano, listo para enfrentar mi destino y acabar con el suyo. Pero, mientras avanzo en la oscuridad, siento un nudo en mi garganta, una angustia que me atenaza. ¿Quién es el verdadero monstruo en este juego macabro? ¿Yo, que acato órdenes ciegamente, o aquel pobre ser que nunca conoció otra cosa?
La tristeza se apodera de mí mientras sigo adelante, sabiendo que, una vez culminada mi misión, ni yo ni el Minotauro seremos libres. Ambos seremos esclavos de una historia escrita por aquellos que se creen superiores. Y solo en la oscuridad del laberinto, cuando el último aliento abandone mi cuerpo, comprenderé lo irremediable de nuestra triste condición.
Fin.