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Chapter 2 - capitulo 2

Pero la advertencia llegó tarde y se evidenció cuando, entre sonidos de mordiscos y rasgueos, un fluido viscoso salpicó el rostro de Sofía y algo masivo golpeó la pierna de Nate. Aunque ya estaban horrorizados, la sola posibilidad de que pudiera tratarse de algún miembro de Jean (el chico que los había llamado) los dejaba helados, pues no sabían qué cosa era aquella que gruñía llena de la más incontenible de las hambres. En aquellos instantes, solo sintieron cómo la bestia se hincó en cuatro patas, dispuesta a tumbarlos con un zarpazo, pero Nate no se esperaba, ni se dio cuenta hasta más tarde, de la posibilidad de que en aquellos momentos pudiera embestirse con alguna valentía. Se aferró al brazo de Sofía, y ambos echaron a correr hacia la carretera.

En medio de unas luces opacas de lámparas se dispusieron en una carrera en la que las únicas espectantes eran las persianas de las silentes casas de aquella zona. El sonido era horrible: el de sus jadeos, que lucían como nimiedades en tales circunstancias, pero eran la clase de cosas en las que solo pensaba Nate en aquellos momentos. Otra cosa que sintió fue la mano sudada de Sofía, que, a pesar de sus horribles miedos en aquellos momentos, era ella quien con sus enormes pasos llevaba el mando de ambos. Pero la bestia corría como ninguna otra cosa lo había hecho antes; cada vez que aceleraban el paso, parecía realmente que estuvieran haciendo el esfuerzo opuesto, pues aquel ser poco a poco se encontraba más cerca. Llegando a la primera esquina, consiguieron confundirla un poco y desplazarla, pero llegados a un momento, aunque lograron mantener una distancia uniforme, los primeros signos de cansancio empezaron a notarse, especialmente en Nate, quien no tenía los mismos dotes atléticos que Sofía y empezaba a convertirse en un retraso para ambos.

—¡Para! —dijo Nate entre jadeos entrecortados—. Debemos enfrentarlo cuanto antes, o debes irte.

—No creas que te dejaría —dijo Sofía—. No hay punto para discutir. Por lo menos, esconde tu solo; déjame el resto a mí. Y así lo hicieron. Sofía corrió hasta llegar a un poste de luz donde podía observar toda la situación. Y he aquí lo que ella presenció: primero, cómo la bestia parecía, por momentos, tener la capacidad de razonar, o cuanto menos, dudar respecto a sus acciones, y sobre todo logró observar los rasgos físicos de esta. Se trataba de una criatura alta, de ojos rojizos, una enorme cantidad de pelo castaño y unos pies muy parecidos a los de un simio. En verdad, no lucía tan violenta, excepto cuando mostraba su dentadura.

En aquel momento, Nate quiso reaccionar y evitar el choque, pero la bestia no lo dejó reaccionar, y ya estaba encima de él. Trató de cubrirse el rostro, pero la cosa, con la planitud de sus uñas, comenzó a escarbar sobre Nate, causándole varias rasgaduras. En verdad, si no conseguía zafarse en unos minutos, lo más posible es que aquello consiguiera romper una arteria o incluso algo peor. Trató primero de levantar los pies, tratando de utilizarlos como una catapulta, pero se dio cuenta de que el golpe de sus pies no dio el más mínimo resultado y solo había conseguido enfurecer más a la bestia, que ahora escarbaba con más fuerza. Tal vez el peso de la bestia era mayor de lo que suponía o la debilidad de sus piernas era mayor de lo esperada. La cosa era que mientras más intentaba zafarse, mayor parecía sujetarlo. En verdad, parecía estar jodido.

De repente, escuchó un fuerte estallido. Se trataba de un peñón que consiguió espantar a la bestia, la cual huyó completamente despavorida, dejando tras de sí un tremendo alarido de terror.

—No pensaste que te dejaría —dijo Sofía. En verdad, no encontraba palabras para agradecerle después de todo aquello, además de las horribles punzadas que sentía en ambos brazos y en el pecho. Además, se dio cuenta de algo terrible que estaba sintiendo: terribles espasmos, principalmente cuando veía el cómo la sangre brotaba de su cuerpo.

—Hey, ¿estás bien? Debo llevarte a un hospital.

—No te preocupes —le dijo, casi en lo que pareció un susurro—. Solo quiero llegar a casa. Claro, si me ayudas a ponerme de pie. Durante todo este rato, por más que se esforzaba, no conseguía ponerse de pie. Era casi como si su cuerpo no respondiera a su cerebro. Pasados veinte minutos, Nate era llevado a cuestas por Sofía a la autopista, donde esperaban un taxi. En el camino, el cuerpo de Nate empezó a sudar, sufrió. En verdad, parecían síntomas muy parecidos a un resfriado. Preocupada, Sofía decidió llevarlo a su casa.

—¿Dónde estoy? —por fin, Nate abrió los ojos, encontrándose con un elaborado diseño de tapices griegos en las paredes y un hermoso estante lleno de libros: "Victor Hugo", Simone de Beauvoir. Se trataba pues de puros escritores franceses, algo que no era muy peculiar de observar, pero se observaba como un lugar confortable, y tanta cantidad de libros solo podía venir de alguien de dinero, y muchos más que muchos se trataban pues de ediciones de primera.

—Estás en mi casa. Como puedes ver, te puse un vendaje. Por suerte, la sangre no fue tan exagerada —en aquel momento, Sofía estaba toda desalineada y llevaba consigo un pijama. Se acercó a él mientras le pasaba una taza de café.

—Espera. Debemos salir. Hoy hay trabajo.

—No, eso ni siquiera deberías planteártelo. Estás muy mal, y hoy nos escaquearemos un poco. Además, no sabemos cómo está todo.

—Pues con más razón deberíamos ir. No lo sé, pero nosotros vivimos de primera todo, y es obvio que algo muy raro pasó anoche.

En efecto, todo ya estaba orquestado, pues cuando se estaban acercando a varias cuadras, un séquito de patrullas formaba una hilera alrededor de la empresa. Se trataba pues del mayor festival de policías de Nueva York. Distintos personajes se acercaban a la empresa, y al cabo de unos minutos, ciertos periodistas también estaban en la escena, pues, como se suponía, encontraron una piscina de sangre y la mitad del cuerpo de Jean. Cerca de las máquinas, los cuerpos sin cabeza de dos trabajadores. En verdad, aquello lucía muy extraño, debido principalmente a un hecho en particular: cuando Nate cerró todo, estaba muy vacío. Por lo que la posibilidad de que estuvieran ahí resultaba totalmente, cuanto menos, poco probable.

Cuando llegaron al lugar, se toparon con una escena cuanto menos curiosa, pues, en medio de tantas peculiaridades, había un hombre de bigote y cabello rubio recortado que estaba entrometiéndose en todo, dirigiendo la vista a los cuerpos y hostigando a los que, por obvias razones, no eran sus colegas (policías). Nate sabía que lo conocía y logró confirmar sus sospechas en cuanto escuchó el tono de su voz. Se trataba de John Lane, un presentador de radio del canal 6, en un programa de faranduleros llamado "Sol de Oro", un programa en extremo infame, ya que se dedicaban a exagerar las noticias, a realizar críticas pesadas sobre cualquier cosa y hacer sátiras que podrían considerarse en extremo ofensivas. Sin más, se podría recordar la escena en la que habían hecho burlas, digamos un tanto xenófobas, sobre la muerte del niño iraní, un caso que se hizo muy conocido debido a una múltiple violación de varios hombres norteamericanos. Viendo tal contexto, era obvio que su presencia era por búsqueda de contenido, y a decir verdad, no les beneficiaba mucho.

—Hola, soy...

—John Lane... de la radio.

—Ah, ya veo que me conoces. Ustedes trabajan aquí, ¿no? Es necesario que les haga algunas preguntas.

—Disculpe, pero tiene licencia para eso —contestó Sofía.

—No sabía que necesitaba eso.

—No aceptaremos que cualquiera nos entreviste.

Después de aquel momento un tanto pesado, Sofía y Nate entraron al interior, principalmente aprovechando el hecho de que todos estaban aglutinados en la entrada principal. Sirvió de motivo para que ellos pudieran entrar por la puerta trasera. No había nadie, ya que por obvias razones todos fueron despedidos a sus casas, pero la escena era horrible, y por la gran cantidad de sangre y desorden, algo debió de haber pasado en el tiempo en que estaban Afuera y si bien en medio de aquel desastre todo parecía estar perfectamente orquestado, había detalles imprevistos. Uno de los cuerpos tenía una enorme cantidad de pelo. Tan horrible escena causó en Sofía y en Nate una enorme repulsión, por lo que se vieron obligados a salir de ahí sin rechistar.