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Chapter 16 - Acto catorce. Sobrevivir.

Ahora lo importante es sobrevivir, y evitar ser muertos nuevamente. ...¿Aunque, quién nos asegura que no lo estamos?

Estaba un tanto calmado, no obstante, aún teníamos un problema principal, y era salir del recinto de la escuela. Los gritos de desesperación se oían desde las afueras.

- Mis nervios van a explotar. ¡¡Dios!! ¡¡Debo pensar!! – Respiré, hondo y la voz se me carcomía con la carraspera y una toz. Un golpe fuerte en la puerta nos advirtió. Por debajo de ella, una línea de líquido espeso y coagulado penetraba como un rio, que se iba en dirección a una rejilla. - ¡Qué demonios!

¡Mei!, estaba buscando otra salida de aquel, cuarto que era muy amplio, y un sonido se hoyó en un lugar oscuro. Ella se colocó frente a una diminuta figura que estaba de cuclillas, llorando sin hacer un mínimo ruido. No nos habíamos percatado de ello. Fue como si se hubiera escondido perfectamente que podría pasar desapercibida.

Era una niña de un grado inferior. –

- ¡Tranquila! - Le dijo Mei. Ella temblaba. Fui hasta donde se ubicaban.

- ¿Quién es? –

- Debe haber escapado. – Concluyó Mei dubitativa.

- ¡¡Debemos buscar una salida urgente!!

- ¡¡Vamos!!...!!Ven con nosotros...!!

Apenas podía moverse, y la ayudamos a incorporarse. Me acerqué tomando un fierro que estaba allí en un armario. Me adelanté por seguridad, y detrás de mí, Mei. Un ruido de un metal se sintió alrededor. Ante los sucesos no prestamos atención, aunque la reacción por otra persona se podía producir. La sangre continuaba traspasando los límites de aquel sitio. Y una emanación negativa produjo un hedor. La niña se dibujó como una figura grotesca, que podíamos ver desde la sombra que se reflejaba en un foco de luz nimio. La puerta continuaba haciendo ruidos estrambóticos y recibiendo los fluidos. La figura se agrandó. Mei me empujó de repente.

- ¡¡¡Cuidado!!! - Gritó y recibió una cortada en su hombro de un destornillador – ¡¡¡¡¡¡AHHH!!!!!..¡¡AHHH!!.. -Se lanzó al suelo. Pronto, la silueta macabra sonreía. Sus pómulos parecían lo de una expresión diabólica que disfrutaba, y se abalanzó contra ella, que pudo sostenerla con sus manos como podía en

cuanto se corría su velo en el ojo. Fui hacia la niña, y la patee con fuerza para quitarla de aquel lugar. Ella volvió al ataque, y estoqueaba con un arma, intentando apuntar a mi estómago. Era una fiera salvaje, y repleta de odio. Un empujón, me llevó contra una estantería, quedando indefenso. Al no poder responder, estaba en aprietos. Y con un último ataque fallido, ella se desplomó en el suelo. Mei la golpeaba con una botella, partiéndola en su cabeza. La chica se desvaneció totalmente, y la puerta desistió de hacer ruidos.

- ¡¡¡Debemos irnos de aquí!!! – Expresó temblando. Estábamos totalmente conmocionados por cada hecho maldito. - ¡¡Huyamos!!

Asentí, y abrí con cuidado. Algunos estaban luchando, otros yacían agonizando, recibiendo los últimos golpeas de gracia de muerte.

- ¡¡Vamos, ahora!! – Grito Mei, y comenzamos a correr. Era como si fuera una marea de zombis sedientos de violencia, y logramos llegar a las escaleras.

- ¡¡¡Cuidado!!! – Le avisé a Mei. Ernestina, la chica de lentes de nuestra clase, bañada en sangre, intentó empujarla, y ante la falla, ella se resbaló con el escalón golpeándose la mandíbula contra el filo del mármol. Nosotros corrimos descendiendo a toda velocidad, pues tras de nosotros venían parte de alumnos que armaron en grupos. Ernestina, levantó su brazo y fue cercenada por Clarise, que disfrutaba clavando en su cuerpo, luego una cuchilla. La misma que era del profesor, quien yacía en partes en el aula.

- Mei... voy por ti...ven a jugar – Movió el dedo índice como llamándola, Clarise.

- ¡Larguémonos de aquí! – Dije en el desespero. -

Ella comenzó a perseguirnos. Logrando llegando a la puerta con mi compañera, tropecé con unos de los cuerpos. Al caer, algunos respiraban, o intentaban hacerlo. Mei se colocó frente de mí para protegerme.

- ¡¡Rápido Octavio!! –

Ladee la cabeza, y la desesperación me consumió. Clarice se arremetió contra Mei que no podía reaccionar, e intentó picar en el orificio del ojo de Mei.

- Ese ojo, así que ahí tenías tu parche y no lo tienes en el otro. ¡Qué bello es! – Dijo riendo - ¡Ja! ..¡Ja!...¡¡¡JA!!!

- ¡¡¡¡Meiiii!!!! – Grité y recibió la punzada en él, sin éxito. Era como un vidrio forzado dentro de esa oscuridad. Mei, la tomó por el cuello, y ante la furia, podía ver como la comenzó a estrangular. Clarice cedía poco a poco, -

¡¡¡Meiii!!! – Volví a gritar. Su aura se contaminaba y su rostro disfrutaba de ello. Clarice fue apagando su vida con algunas risas, y ella se detuvo, y miró

sus manos marcadas y el cuello de Clarice – ¡¡¡Huyamos Mei!!! ¡¡¡Por favor!!! – Le tendí la mano y ella no reaccionaba. Ahora me tocaba a mí ayudarla –

¡¡Vamos!! – Dije, y ella asintió. Al incorporarse, una mano tomaba su pie. Era Clarice. –

- ¿Dónde crees que vas idiota? - Preguntó, y alguien la remató con un machete. Era Rudolf. Al verlo sediento de placer, huimos con todo el terror.

-

- ¡¡Ven aquí Octavio!! ¡¡¡Deja a tu novia!!!.... ¡¡¡Ven aquí héroeee!!!

Entre los inconvenientes, Rudolf se atrasó aniquilando a quien se interponía. Pero él, venía por nosotros.

Fuimos directo a la salida con la torrencial lluvia, hasta dar con el parque de cipreses y robles de la escuela. Rudolf, nos seguía el paso como un lobo, queriendo atrapar a su presa. Había un manojo de los primeros árboles entre el descuido de los pastos, arbustos, y la lluvia que no cedía.

- ¡¡Por aquí Octavio!! – Escapábamos con toda la desesperación en las manos. El lodo del charco de agua se iba fundiendo en nuestros zapatos, nuestros pies, y en la exasperación. Los charcos se intensificaban, y el aguacero fue más profundo e intenso, con un granizo excepcional que impedía el avance.

Era como un infierno, ver las calles, y todo alrededor desde lejos del minúsculo bosque, y frente a un roble nos detuvimos. Mei no podía respirar bien.

- ¡¡¡Mei!!!, No te preocupes. ¿Estás bien? – Le pregunté. Ella me abrazó nuevamente.

- ¡¡AHH!! – Gritó ella.

Detrás de mí, alguien tapó mi boca, y mis ojos se desorbitaron, empujándome hacia otro espacio. Mei veía un fantasma; una moribunda forma, queriendo consumirme. Rudolf, era ya un monstruo, en todos sus aspectos. Endiablado. Su semblante oscuro en el cual solo veía su sonrisa feliz de muerte. Había llegado hasta nosotros. Cortó mi brazo con su machete, produciendo una herida profunda, aunque no letal, y me arrojó al suelo. El lodo se mimetizaba con mi rostro pálido, y las gotas de agua; piedras que caían sobre mí, y arriba, un gesto de demonio alzando su arma. Como pude me trabe en combate, intentando sostenerlo. El suplicio de la herida me lo impedía. Él, un engendro, dispuesto a cortarme en pedazos no cesaba de su empréstito. La respiración comenzó a fallar nuevamente. Mei estaba contra el árbol, llorando; su ojo oscuro la torturaba, y cerré los míos para un final diferente, e imaginé que podría estar en casa, como un día normal. Que todo se calmaba como siempre lo fue, y que Mei venía por mí. Su voz, llamándome. ¡¡Octavio!!..¡¡Octavio!! – Ella venía corriendo a mí, pero no lo era así...¡¡Octavio!! Al abrirlos, el cuerpo de Rudolf, era atravesado por una rama filosa en su punta, cual estaca. Su estómago se abría como una flor. Mei lo había rematado. Él caía a mi lado estrujándose.

- ¡Idiota! - Fueron sus últimas palabras, y allí se apagó su vida, cayendo al precipicio en manos de la parca.

- ¡Mei! – Dije débilmente con una voz tibia, y frágil, y las gotas de la lluvia empapaban mis labios, y mis ojos que sentían el cambio, y mi rostro un mero alivio. Lo único que observaba recostado, era a Mei que por primera vez sonreía. No como algo extraño, sino con la presencia de la felicidad.