Laura, mi hermano Carlos y yo nos sentimos nerviosos y emocionados por explorar este lugar. Soy Héctor, y estoy feliz de realizar este viaje juntos porque vamos a uno de los lugares más increíbles del mundo: Brasil, el gigante de Sudamérica. Estábamos listos para visitar cada una de sus atracciones, además de que le tenía una sorpresa a mi pareja.
Alguien increíble, jamás pensé en encontrar una joya como ella, de piel blanca como la nieve, ojos verdes color esmeralda, pelo lacio y negro.
Antes de viajar, reservé dos habitaciones en el hotel más lujoso del país, con cinco estrellas en cada página y muchas buenas reseñas. Aunque una me pareció extraña, decía: "Por favor, no vengan, este hotel no es lo que parece". No le presté atención, pues creí que alguien solo quería desprestigiar el establecimiento.
Al llegar al hotel, no podíamos creer lo que estábamos viendo. Parecía un palacio o mejor, un castillo, con grandes candelabros iluminados por luz suave, hasta el pasillo que parecía brillar como el oro. Todo el personal, agradable y cortés, nos atendió de la mejor manera. En la recepción, no nos trataron como si fuéramos los dueños del hotel, y hasta nos dieron de regalo un tour por el Amazonas.
Después de instalarnos en el hotel, salimos a dar un paseo por la ciudad y comenzamos a hablar sobre nuestros planes de viaje.
- ¿Qué les parece el gran y maravilloso hotel que reservé? - pregunté.
- Sí, es muy bonito, pero no alardees tanto, pareces uno de los trabajadores de ese lugar - respondió Carlos con tono burlón.
- Basta de hablar de eso, ¿qué tal si vamos a ver el Cristo en la montaña? - sugirió Laura.
- Está bien, quiero tomar muchas fotos de ese sitio - dijo Carlos.
- Okay, vamos amor - respondí a Laura.
Después de esa pequeña conversación, paramos un taxi y le pedimos que nos llevara al Cristo de la montaña. El taxista no hablaba español y nosotros no hablamos portugués, así que hubo un pequeño problema de comunicación.
- Por favor, ¿puede llevarnos al Cristo en la montaña? - pregunté gesticulando la forma del Cristo y la montaña para que pudiera entenderme.
- No se puede, muchos turistas se pierden en el camino - respondió el taxista.
Mi pareja y mi hermano nos quedamos viendo unos a otros confundidos por lo que el hombre dijo, porque ninguno entendió ni una sola palabra.
- Oigan, parece que dijo turistas - dijo mi hermano.
- Sí, creo que sí - dijo mi pareja apoyando a mi hermano.
Traté de comunicarle nuestro destino de nuevo, pero copiando la forma de la estatua, quizás así me entendería.
- O Cristo, Cristo, obrigado - respondió el taxista finalmente.
- Sí, sí, sí, Cristo, crito, llevarnos - dije con entusiasmo.
Estábamos felices por habernos logrado comunicar con él, ahora solo esperábamos llegar a nuestro destino para disfrutar del lugar. Ya podíamos ver cerca al Cristo, estábamos preparándonos para bajar del auto cuando el taxista bajó los seguros de las puertas. Desconcertado, le pregunté el porqué había hecho eso.
- No se preocupen, yo conozco un mejor sitio para tener una mejor vista - dijo el taxista sonriendo levemente.
- Por favor, señor, no queremos ir a otro lugar, vuelva al lugar que le pedimos - respondí con voz enojada.
- Espera, no te calientes mucho, tal vez lo que dice es cierto y nos lleva a un sitio que es mejor y podemos disfrutar más - sugirió mi hermano.
- Amor, no me gusta cómo nos está viendo ese señor, creo que nos quiere hacer algo malo - exclamó Laura con su voz temblorosa.
- No confío en muchas personas y tú lo sabes, y mucho menos voy a confiar en este desconocido que sabe Dios dónde nos está llevando - dije con tono serio mientras miraba a mi hermano a los ojos.
- Está bien, ustedes ganan, pero ¿cómo vamos a bajarnos de este auto? Este tipo puso los seguros y se le nota en el rostro que no cambiará de opinión - preguntó Carlos.
"Laura, pásame la cámara", dije mientras extendía mis manos hacia ella.
"Aquí tienes, pero ¿qué vas a hacer con ella?", preguntó.
"No se preocupen, solo abróchense muy bien los cinturones y traten de ponerse en una posición donde se protejan", les advertí.
Por la ventana, vi que el taxista nos estaba llevando hacia las favelas, un lugar muy concurrido por varias personas que, según los guías, tenía ladrones entre esos lugares. Al parecer, no nos estaba llevando para hacernos daño.
"Tienes que pasar bajo un puente donde está oscuro para llegar al sitio que el taxista que se había convertido en secuestrador mencionó. Entonces, allí efectué mi plan.
"Oiga señor, ¿dónde está el lugar que usted dijo?", pregunté.
"Ya vamos a llegar, solo pasamos este puente y estaremos allí", dijo con una sonrisa burlona.
Mientras el señor se reía, tomé mi cámara y se la estrellé en la cabeza. El sujeto quedó inconsciente por el golpe y soltó el volante, provocando un accidente. El auto se volcó, chocamos con la esquina del camino que estaba oscuro y nadie se percató de lo que pasó.
"Laura, Carlos, rápido, salgan de ahí, tenemos que irnos de aquí, el peligro no ha pasado", exclamé mientras los ayudaba a salir del auto volcado.
"¿Están heridos?", pregunté.
"No estoy bien", dijo Carlos.
"Sí, yo también estoy bien, gracias cariño, nos salvaste", dijo Laura mientras me abrazaba fuertemente.
El auto prendió en fuego, el taxista aún estaba adentro. No quería tener ese peso en la conciencia de no haber salvado a alguien cuando pude hacerlo. Así que rápidamente lo saqué del auto volcado y nos alejamos lo más posible hasta que el auto explotó.
"Después de ese estruendo, mucha gente comenzará a aparecer aquí, debemos irnos", exclamé con seriedad.
"Sí, pero ¿cómo? Estamos en uno de los lugares más peligrosos del país. Si tomamos otro taxi o nos encontramos con las personas que eran cómplices, de nada habrá servido nuestro gran escape", preguntó Carlos.
"Pues creo que debemos arriesgarnos. Estamos muy lejos del hotel y estas personas aún no nos conocen. Podemos alejarnos de aquí caminando un poco y luego, hasta que ya no podamos más, pararemos un taxi y regresaremos al hotel", sugerí a mi pareja y a mi hermano.
"¿Estás loco o eres un idiota? Yo no voy a caminar hasta allá", dijo Carlos.
"Debemos hacerlo, las personas aquí pueden ser peligrosas", exclamó Laura.
"Yo no lo creo así. Y si quieren irse caminando, tontos, es su problema. Yo tomaré un taxi", reclamó Carlos.
"¿Acaso eres estúpido? Podría ser alguien relacionado con ese tipo, o peor", dijo Laura con furia.
"Ustedes están paranoicos, pero como no quieren irse en taxi, y yo no quiero caminar, ¿qué tal si me cargan?", preguntó con una sonrisa burlona.
"Debes estar bromeando, ¿verdad?", respondí.
"Sí, sí, sí, pero no quiero caminar y punto", exclamó.
Mi hermano levantó la mano para parar un taxi que estaba demasiado cerca del lugar del accidente cuando mi novia le dio una cachetada.