Mi nombre es Sofía, soy huérfana desde hace 11 años. Cuando tenía 6 años mis padres murieron en un accidente de coche, mi único familiar cercano era mi tio. A él nunca le agrade nunca supe el por qué, pero como no me quería cuidar acabé aquí. En el orfanato de Orla, donde me acogieron cálidamente. Fui creciendo hasta que cumplí 18, hoy me llegó algo que jamás pensé que me llegaría. Está en un sobre desgastado, como si estuviera guardando sus secretos durante años. Mis dedos temblaban al abrirlo, revelando palabras que revolvieron mi mundo. "Querida Sofía, tu pasado te espera en el lugar donde comenzó todo", rezaba la caligrafía desconocida.
—¿Quién podría haberme enviado esto? —murmuré para mí misma, mientras las palabras se adherían a mi mente como velcro.
Con determinación palpable, dejé atrás las paredes frías del orfanato y me dirigí al pueblo que se convertiría en el escenario de mi búsqueda. Al llegar, sus calles empedradas susurraban secretos olvidados, y las casas antiguas parecían albergar recuerdos sepultados.
—Bienvenida a nuestro pequeño rincón de secretos, Sofía —me recibió el anciano dueño de la tienda con una sonrisa, aunque sus ojos destilaban complicidades inconfesables.
Los lugareños, con sonrisas forzadas, apenas ocultaban su complicidad en la telaraña de secretos que tejía mi tío. Entre charlas aparentemente inocentes, vislumbré oscuros negocios y conspiraciones que amenazaban con consumirme.
—No te fíes de todos, niña. Algunos secretos son mejor dejarlos en el olvido —advirtió una anciana en un tono casi conspiratorio, mientras me entregaba un paquete que parecía más pesado de lo que debería.
Mi viaje hacia la verdad se tornó peligroso cuando descubrí que la tranquilidad del pueblo era solo una fachada. Mi tío estaba dispuesto a cualquier cosa para proteger su reputación, y los oscuros recovecos de su pasado se interponían en mi camino como sombras acechantes.
—Sofía, no sabes en qué juego te has metido —susurró un joven de mirada cautivadora, quien, entre sombras, compartió una pieza crucial del rompecabezas.
Cada callejón, cada interacción, destapaba capas de engaños y revelaba un pasado entrelazado con el mío. Mi valentía se convertía en mi única defensa contra la red de traiciones que amenazaba con envolverme por completo.
—¿Qué estás buscando aquí, Sofía? —inquirió un anciano pescador con voz ronca, sus ojos arrastrando consigo historias que nadie se atrevía a contar.
Así comenzó mi viaje, entre casas que guardaban secretos como guardianes silenciosos del pasado y rostros amigables que escondían verdades enterradas. El misterio de Sofía se desplegaba como un intrigante juego de ajedrez, y en cada movimiento, la verdad se acercaba un poco más, susurrándome promesas de revelaciones inminentes.