Unos días después de enviar los emisarios al rey , Cliff estaba de regreso.
— Bien, Rúdeus, el rey está dispuesto a negociar, pero dice que debes hacer algo por él a cambio de la paz, y así considerará el asunto de los Superd, —me dijo Cliff.
— Considerará, eh, —dije recibiendo una enorme carta llena de eufemismos y palabras burocráticas que apenas leí.
— Bien, iremos para allá, —dije.
Así que llevé a Kalman, Eris, Atoferatofe, Ruidjerd, Cliff, Elinalise y 3 guerreros Superd rumbo a la primera ciudad, ademas de un prisionero como muestra de paz, aunque deje al otro por si el rey me llevaba a una trampa . También llevé la Mark I por si acaso. Decidí dejar la armadura dorada en la aldea Superd, por si Geese nos atacaba en las ciudades y debíamos reagruparnos. Además, esto fue porque Ruidjerd me dijo que si iba con esa cosa, la gente entraría en pánico al pensar que soy el Dios de la Lucha.
Así que mientras salíamos, construí un nuevo puente.
En la aldea se quedó Doga, Zanoba que reparaba la armadura dorada y el Dios Dragón, así que los aldeanos no corrían peligro.
Luego de unos días, llegamos a la ciudad capital de Biehiril.
Todos nos quedaron mirando, e incluso algunos huyeron al ver a Atofe y a los Superd, pero la mayoría nos miraba de prudente distancia.
No hizo falta pedir audiencia. Rápidamente nos hicieron pasar a la sala de Audiencia, donde nos esperaba el rey, los príncipes y los altos ministros de este país.
Luego de dar un saludo noble el rey hizo un gesto para que yo hablara.
— Bien, Majestad, he venido a exigir el cese inmediato de las hostilidades en contra de la aldea Superd por parte de las tropas del reino de Biheril, e imponer condiciones con las facultades que me dio el Dios Dragón Orsted y la alianza contra el resurgimiento de Laplace, que incluye al Reino de Asúra, el reino del Rey Dragón, el Santo País de Milis, las naciones mágicas, y yo mismo como comandante en jefe del ejército del Dios Dragón.
Usted envió disfrazados al Dios del Filo, Gal Farion y al Dios del Norte, Kalman III, sin embargo, hemos destruido a ese grupo de cacería y los otros dioses en esgrima están muertos . Como muestra de que no pretendemos hacer daño, aquí traigo a un prisionero. Como puede ver, está en óptimas condiciones y él puede decirle que los Superd son gente pacífica. No obstante, dejé a un oficial de alto rango en la aldea por si usted pretende tomarnos como prisioneros, Alteza.
El Rey estaba nervioso y con temor, pero trató de mostrarse confiado de sí mismo.
— ¿Y puedo saber quién es usted? (Oh, claro, la última vez vine disfrazado, él no me conoce, pensé).
— Perdón, me presento. Me llamo Rud(…) soy el Dios del Cauce, Rúdeus "Reidar Reí" Greyrat. Yo derroté al Dios del Norte, Kalman III, y he venido con mis generales: el General Grimoire, la emperatriz del filo Eris Greyrat, el Dios del Norte Kalman II, 4 guerreros Superd y la Reina Demonio Inmortal Atoferatofe Ryback.
— Hey, ¿qué hay de mí?, me susurró Elinalise.
— Oh, claro, y ella es Elinalise,— dije, mientras la elfa resoplaba y se cruzaba de brazos.
El Rey estaba sudando, pero aún así nos habló.
— No pretendo seguir con esta guerra, Dios del Cauce. Fuimos amenazados por Geese y los otros dioses en esgrima. Dijeron que los Superd debían ser eliminados y tu venias a destruirnos.
— Ya veo, Alteza. Sin embargo, los Superd son quienes mantienen a los diablos invisibles a raya y a la segunda ciudad en paz de esas bestias. Dígame algo, cuando vine disfrazado la última vez, ¿era usted o Geese quien me recibió y me envió con Gal Farion y Aleksander?
— Fui yo, General, pero estaba amenazado por esos tres.
— Ya veo. ¿Majestad, ha soñado usted con alguien que se presenta como hombre Dios?.
— No, —dijo aterrado, mientras miraba a Ruidjerd y en especial a Atofe.
— Bien, las condiciones del ejército del Dios Dragón son las siguientes: el cese inmediato de hostilidades contra la tribu Superd, la entrada del Reino de Biheril en la alianza contra Laplace en 80 o 70 años, la aceptación de la tribu Superd, y que dejen que sigan viviendo en su hogar que se estableció antes de la fundación de este reino.
No exigiremos cesiones territoriales, ni que se vuelvan un país satélite, ni nada. Mantendrán su independencia tal como están. Y usted seguirá siendo rey, pero deberán empezar con la búsqueda del fugitivo Geese Nukadia y entregarmelo vivo o muerto.
— Bien, esas condiciones son aceptables, General Reidar. Sin embargo, con lo de los Superd, ordenaré que no sean atacados. Pero si quieres que se acepten como ciudadanos, tengo una condición.
— Soy todo oídos, Majestad,— le dije.
— La isla Ogro está tomada por las tropas de la Reina Demonio. Quiero que eso pare. Los ogros son ciudadanos, y perder la alianza con ellos acabaría con nuestro país. Si retiran las tropas, aceptaré a los Superd y los dejaremos crear una aldea al lado sur del abismo del Wyrm de tierra.
— Bien, iremos a la isla y exigiremos la rendición de Malta. No debe preocuparse. No somos asesinos como los idiotas que usted mandó a matarnos. Y no pretendo desestabilizar este país. Como ya le dije, los necesitamos en setenta años.
— Si resuelve lo de los ogros, firmaré la alianza, Dios del Cauce. Nosotros fuimos víctimas aquí. Nunca pretendimos una guerra. Todo esto es por obra de Geese.
— ¿Había alguien más con él? ¿Alguien que no fuera Gal, Alek o Malta?
— No, solo eran ellos cuatro.
— Bien. Majestad, —dije hablándole a Atofe, —Dios del Norte, ¿pueden ustedes hacerse cargo del tratado?,— les dije.
— Wuajajajaja, hay que matar (….)
— Madre, esto es serio, le dijo Alex.
Si confía en mí Dios del cauce , vamos a la tercera ciudad y nos pondremos en contacto con Malta. Si se rinde, lo haremos firmar en Hiurelil en un campo Neutral lejos de la isla.
— Bien, Majestad,— le dije al rey, —viajaremos al puerto y firmaremos la paz con Malta. Le aseguro que su alianza con los ogros no sufrirá daños.
— Muchas gracias,— me dijo el rey, dando un respiro de alivio, y así nos dirigimos al puerto de Hiurelil.
Mientras nos dirigimos a la tercera ciudad, pasamos por Irelil, donde todos se encerraron cuando pasamos. Así que casi tuvimos que obligar a un bar a que nos sirvieran comida, aunque les pagué muy bien y les dije que no debían temer, aunque el hecho de que la reina demonio estuviera con nosotros no ayudaba mucho. Pero debo decir que Alex la controla, y Atofe es muy obediente con él.
Raro, considerando que ella es la mamá. Ja, a ver si Zenith me hubiera aguantado que yo la controlara como lo hace Alex con Atofe. ¡Me habría dado una paliza! Jajaja. Aunque puedo entender a Alex, cuando a Atofe se le van los enanos para el bosque, es difícil controlarla.
Antes de partir, compramos algunos suministros para el viaje, que solo es de dos días, pero decidimos viajar en una carreta para mayor comodidad.
Fue el viaje más raro que he hecho hasta ahora. Habíamos dos dioses en espada, una reina demonio, el posible futuro papa de Milis, una emperatriz espada, Ruidjerd héroe legendario, tres bravos guerreros Superd, y Elinalise.
— Oye, idiota, pon que soy una aventurera de clase S, —me dijo Elinalise, que estaba leyendo lo que escribía en mi diario.
— Oye, no espíes lo que escribo, —le dije.
— Al menos escribe algo como la esposa del futuro papa, o la abuela de mi esposa.
— Está bien, está bien. Dios, eres igual a Silphy cuando te molestas, Elinalise. Por cierto, ¿qué haces aquí? No deberías estar con Cliff.
— Oh, mi Cliff se durmió, dijo, apuntando a Cliff, que se había dormido con la cabeza apoyada en el hombro de Atoferatofe, que también iba dormida con su cabeza apoyada en la de Cliff.
Cuando los vi, hubiese deseado tener una cámara fotográfica. Aunque rápidamente hice un boceto de cómo iban, y si salíamos con vida, le diría a Zanoba que pintara un cuadro gigante para ponerlo en la cabaña cuando la reconstruyamos.
Mientras hablaba con Elinalise, Alex conducía la carreta mientras conversaba alegremente con los Superd más jóvenes, y un poco más allá, Eris y Ruidjerd hablaban de mi familia y las aventuras que habíamos tenido.
Por cierto, por si te preguntas, la Mark I la llevaba en otro carro que construí con magia extra fuerte de tierra, y tirada por una bestia parecida a un toro gigante que venía tras nosotros, la cual era conducida por uno de los Superd.
Una vez llegamos a la tercera ciudad, arrendamos una posada solo para nuestro grupo, y tuvimos que pagarle al dueño el triple, debido al susto y a que nadie más podría entrar. Esa misma tarde, Atoferatofe y Alex tomaron un bote rumbo a la isla Ogro, que a la distancia solo se veía como un volcán. De hecho, la isla me recordó a Hawái y ese volcán, ¿cómo se llamaba? ¿Volcán Boludo?, ¿Pelotudo?, ¿Sacoewea?, ¿Agarramelasgüevas? ¿Mateeweas Oh, claro, ya recuerdo. Volcán Kilawea, era ese volcán que está en erupción todo el año.
Yo no viajé, porque según Atofe, ella y Alex eran suficientes para someter al cabeza hueca de Malta (que me dicen la cara dura).
Como sea, Eris, Ruidjerd y yo nos subimos al faro de la ciudad y de ahí los mirábamos con mi ojo de la visión distante.
— ¿Qué ves, Rudeus?, dijo Eris, mientras miraba por sus binoculares.
— Pues Alex le va diciendo algo a Atofe.
— ¡Vaya, Rudeus! Ese ojo de visión distante es increíble,— dijo Ruidjerd, que miraba por otros binoculares. —Por cierto, qué gran objeto mágico es esta cosa para ver de lejos.
— De mágico nada, Ruidjerd. Solo usa cristales ópticos como los de las gafas.
— ¿Y se te ocurrió a ti?
— Claro, le dije con orgullo.
— Deja de mentirle, Rudeus. Plagiaste esto de tu otra vida y lo patentaste aquí.
— ¡Siempre tienes que dejarme mal con mis amigos, Eris!
— Sí, él ha plagiado muchas cosas, Ruidjerd: esto, el reloj, el telescopio, los libros que ha escrito, el ajedrez, la imprenta, el martillo que usaba, las armas. Lo único que se le ha ocurrido a él son esas tablillas de comunicación y el sistema de retrete que tenemos en casa. ¡Ah! Se me olvidaba. También plagió la piscina y el fútbol.
— ¿Hablas de ese juego que les enseñaste a los niños de la aldea? ,— me preguntó Ruidjerd.
— Sí, lo siento, pero Eris fue la de la idea del plagio. Yo le contaba las historias y ella es coautora de esos libros y ya van 4. Además, ella me hizo inventar muchas cosas.
— Eso no es cierto,— Ruidjerd, le dijo Eris.
— Sí que lo es, Ruidjerd, no le creas. Ella me alienta al plagio.
— Uff, ya dejen de pelear. Aún son unos niños, Comportense. Tú eres una Emperatriz del Filo, y tú, Rúdeus , eres la Séptima Potencia Mundial, por Dios santo.
Y bueno, en este mundo nadie conoce esas cosas, así que las tomaré como que son tus inventos, Rudeus. Además, nadie de nosotros ha visto los originales.
— Si tiene algo original, Nanahoshi siempre convoca cosas de ese mundo, —le dijo Eris.
— Creo que están llegando, nos dijo Ruidjerd, interrumpiendo mi discusión con Eris. Cuando usé el bigote, quiero decir, el ojo de la visión distante, Atofe y Alex se reunían con un ogro gigante, que deduje era Malta, ya que estaban muy lejos, así que mi ojo apenas podía verlos.
— ¿Qué está pasando, Rúdeus ? —Ya no veo nada, me dijo Eris.
— Kalman y Atofe están hablando con Malta. Hay varios ogros amarrados y rodeados por la guardia de Atofe. Moore está ahí, pero no se ven dañados.
— ¿Van a pelear?, —preguntó Ruidjerd.
— Creo que no. El Dios Ogro se ve muy tranquilo. Diablos, con este ojo puedo ver, más no escuchar, —les dije.— Esperen, esperen. Atofe le dijo algo a Moore. Si, liberaron a los prisioneros, Malta agachó la cabeza(…) pero Alex le dice algo y apunta hacia Hiurelil. Bien, creo que Malta invitó a Alex y a Atofe adentro de su fortaleza. ¡Qué raro!, —dije.
— ¿Qué cosa, Rudeus?, —preguntó Eris.
— Nada, las casas de los ogros son muy parecidas a las casas tradicionales que vi en el país de Nanahoshi en mi otra vida.
— ¿En serio? ¿Y tu casa cómo era?, me pregunto Eris.
— Distinta. Era pequeña, de material ligero. Yo la construí con mi hermano de mi antigua vida. Tenía forma de L, y había un olivo fuera en el patio de en medio.
— Mmm, me gustaría verla, dijo Eris.
— Bueno, amor, si salimos vivos, usaremos ese artefacto que les dio Ariel para espiarme.
— ¿Esa mujer hizo qué?, dijo Ruidjerd, algo molesto.
— Oh, no te preocupes, le dijo Eris. Solo nos lo dio para aplacar los celos de Silphy y Nanahoshi.
— Eso no me parece bien, dijo Ruidjerd.
— Tranquilo. Con eso podemos ver los recuerdos de Rudeus y su otra vida, o a ti no te da curiosidad de ver ese mundo.
— No, me parece mal. ¿Tú, Rudeus, estás de acuerdo con esto?
— Sí, no tengo nada que ocultar, Ruidjerd. Además, las chicas quieren ver ese lugar, aunque no tiene nada de interesante.
— ¿Cómo puedes decir eso, Rudeus?
— Porque aquí existe el maná, Ruidjerd. Hay monstruos, otras razas, magia de curación, aura de batalla, mujeres hermosas, magia de curación… aquí es genial. Me encanta este mundo, le dije.
— Mmm, ya veo. Si lo ves desde ese punto de vista, me dijo Ruidjerd, con una sonrisa.
— Y ahora qué, Rudeus, me dijo Eris.
— Nada. Está anocheciendo. Será mejor ir a cenar, dije.
Cuando cenamos, nos dieron sopa de pescado muy buena, que me recordó las sopas de pescado y marisco que comía en mi mundo después de una fuerte resaca, pero tenía un sabor diferente, parecido a la comida que probé en Japón.
— Disculpe, le dije a la mesera, ¿qué tiene la sopa?
— Oh, licor de los ogros y una pasta fermentada que se hace con los frijoles con los que se hace el licor de ogros.
— Ya veo.
— Oye, Rudeus, ¿eso no es lo que Nanahoshi estaba buscando? Recuerdas ese tal miso para la comida que prepara ella.
— Mmm, no lo sé. Puede ser. Creo que le llevaré unos kilos, dije.
Por cierto, ahora comíamos más tranquilos, ya que Atofe empezaba a reír como loca y los meseros entraban en pánico, aunque aún le temían a los Superd. Aunque la actitud amable de Ruidjerd y la actitud parlanchina de los otros dos Superd bajaron mucho la tensión, al punto de que una mesera mestiza ogro empezó a hablar con los otros tres Superd.
— Oye, Cliff, ¿qué se sintió dormir abrazado con Atofe?, le dije, molestándolo, aprovechando que estaba frente a mí con Elinalise.
— Ya cállate, idiota. Casi me muero del susto cuando esa loca se puso a reír y la vi frente a frente.
— Elinalise me dijo que te dejara dormir con ella.
— ¿Eso es cierto, Liz?
— Bueno, amor, te veías muy cómodo durmiendo. No quise molestarte, le dijo la elfa, sonriendo.
— Dios, pensé que me iba a matar. Tendré pesadillas por meses, como esa vez cuando casi nos captura.
— Oh, vamos, exageras. Además, Atofe es atractiva, si dejas de lado su sed de sangre, su risa de maniática, su violencia, y su escasa inteligencia. Mmm, Carl Ryback si que era un loco, dije.
— Sí, también lo era,— me dijo Ruidjerd, con una mueca de sonrisa, recordando el pasado.
— Estás loco, Rudeus, —me dijo Cliff, mientras Elinalise lo abrazaba para calmarlo.
— Cuénteme esa historia, —nos dijo Ruidjerd, así que contamos esa anécdota, de como conocimos a Atoferatofe. Los Superd más jóvenes estaban muy atentos a los detalles.
Luego de esa agradable cena, y luego de que a Cliff casi le diera un ataque de ira cuando dije que haría un cuadro donde salga él con Atofe durmiendo, nos fuimos a nuestros cuartos.
Así que, luego de bañarnos con Eris, nos fuimos a la cama. Tuvimos la mala suerte de que Elinalise y Cliff estaban en la pieza de al lado, y la maldita elfa gritaba como si la estuvieran matando (con el puñal de carne).
— Mmmmm, Eris, te ves muy linda esta noche.
— Olvídalo. Ya dijimos que cuando matemos a Geese.
— Mmmmm, pero Eris, solo una. ¿Qué te cuesta? No seas mala, —le dije, besando su cuello.
— Ya te dije que no, —me dijo, dándome un codazo.
— Aucht, bien, ¿y el psspspsps, fufufufu…?
— Te lo daré, pero cuando matemos a Geese.
— ¡Qué malvada eres! ¿Y si muero?
— Mmmmm, te lo daré en la otra vida.
— ¡En la otra vida, maldita sea! No sé por qué no quiere nada, si cuando ella quiere, me usa como su esclavo .
— ¿Qué demonios estás murmurando, Rúdeus ?
— Nada, amor.
— Mmmm, ya durmamos. Abrazame,— me dijo, así que la abracé por detrás mientras le agarraba las tetas. Aunque ella no dijo nada, por el calor de su piel estoy seguro que Eris también tenía unas ganas tremendas de hacerlo.
— Oye, Rudeus, ¿estás durmiendo con una daga?
— No es una daga, Eris.
— Mmmmm, sabes que… vete a dormir con los Superd.
— Pero amor…
— ¡Yaaa!, me dijo, dándome un golpe en el estómago.
Así que esa noche fui a dormir donde se hospedaban los Superd.
— ¿Qué te pasó, Rudeus?, me preguntó Ruidjerd.
— Nada, Eris no está de buen humor.
— Mmmmm, mujeres, no, ¿quien las entiende?— me dijo Ruidjerd, con una sonrisa.
Al día siguiente, me había quedado dormido cuando, de pronto, Eris me despertó.
— Rudeus, están aquí.
— ¿Quién está aquí, Eris? ¿Eris?, pero ella se dio media vuelta y bajó a la calle.
Cuando llegué, la encontré con ella y Ruidjerd con sus armas a la mano, y sentado en medio de la calle, el Dios Ogro Malta, con su imponente tamaño.
De pronto, Kalman se acercó a mí y me dijo que todo estaba listo. Así que me acerqué a Malta mientras todos me abrían el paso.
— Yo rendirme, isla muy preciada, tropas negras no dañar a no combatientes, reino rendirse, yo cuidar ogros.
— Dios Ogro Malta, soy el Dios del Cauce, Reidar Reí (ya dije que odio llamarme así, pero en estos casos ese título pesa). Como general del Dios Dragón, le aseguro que los ogros no sufrirán ningún daño, y tampoco queremos que Biehiril desaparezca. De hecho, nada cambiará. Su alianza con este reino está intacta.
— Yo entender. Biehiril cuidar ogros, ogros cuidar Biheiril.
— Dios Ogro Malta, debo preguntar: ¿Usted es un apóstol del Dios Humano o ha soñado con alguien que dice ser Dios?
— No. Yo solo cuidar ogros. Geese venir y decir que usted matar ogros, pero usted no dañar no combatientes. Geese mentir y luego huir. Yo destruir tu casa, pero no dañar a no combatientes.
— Lo sé. Aunque atacaste mi cuartel y mi padre y esposa, escucha. Ya que estabas siendo engañado por Geese, pasaré por alto esta afrenta. No pretendo enemistarme contigo, y necesito de ti de ahora en adelante.
— Si tú querer, puedes matarme, —dijo, agachado la cabeza.— Pero, por favor, cuidar ogros.
— Te mataré solo si me traicionas y rompes la paz. Levanta la cabeza, —le dije.— Dios Ogro Malta, quiero que te unas a mí y cacemos a Geese.
— Lo haré. Pero si yo morir, tú cuidar ogros.
— En nombre del Dios Dragón y como Reidar Reí, te doy mi palabra. Los ogros están, desde hoy, bajo la protección del Dios Dragón. Pero si tú me traicionas, Malta, acabare con ustedes, —dije amenazándolo.
— Yo tener honor, no traicionar.
— Bien. En ese caso, acepto tu rendición, Dios Ogro, y las tropas se retirarán de inmediato de la isla,— le dije en lengua demoníaca.
El Dios Ogro me miró sorprendido y asintió con la cabeza.
— Entonces brindemos, Dios del Cauce, —me dijo, en perfecta lengua demoníaca.
Así que nos sirvieron un trago a mí y salsa de soya a Malta.
— ¡Por los cuernos de un ogro!, dijo Malta bebiendo el trago.
Y así se firmó la paz con Biehiril. Gané un aliado y los Superd un hogar.
Esa tarde , la guardia de Atofe dejo de la isla y los ogros trajeron mucho licor, pescados y mariscos y se celebró un gran banquete en plena playa de Hiurelil.
Bebimos y comimos con los ogros, los Superd, incluso la guardia de Atofe, la cual hizo un show como esa vez en Gaslow. Todos estaban ebrios y muy felices. Ya de madrugada, poco antes del amanecer, estaba muy ebrio, pero alguien no estaba. Así que me dirigí a la playa, donde encontré a Alex bebiendo solo. Así que me desintoxique y fui con el.
— ¿Estás bien, Alex?
— Oh, Reidar, ¿quieres acompañarme?
— Dime solo Rúdeus . Escucha, Alex, con respecto a Aleksander, yo…
— No digas nada. Tranquilo, no te odio. Aún te considero mi amigo. Lo que pasó fue culpa de mi hijo.
— Aún así, eres su padre, y yo me siento culpable, aunque él amenazó con matarnos a (….)
— No te preocupes. Alek siempre fue un prodigio con la espada. Ese chico sabía dónde estarían los monstruos. Lamentablemente, creció con esa estúpida fantasía sobre mi leyenda. Fue mi culpa. Quise criarlo como crié a Randall, casi como un hermano mayor. Pero debí controlarlo. Era mi deber como padre. Mi querida esposa siempre me regañó por eso, y no le hice caso. Pensé que cuando madurara, lo entendería. Y por eso le di el título de Dios del Norte y la espada para que madurara, no para que se volviera un déspota.
— Yo no sabría qué hacer si perdiera a un hijo, le dije.
— Siempre serán hijos. Pero cuando uno se vuelve malvado, no hay opción, Rudeus. En especial con Alek.
— No creo que fuera malvado. Creo que era testarudo.
— Puede ser, jaja. Toma un trago, acompáñame a brindar por mi hijo,— dijo, pasándome una botella, a la que le di un sorbo.
— ¿Qué demonios es eso?, —dijo de pronto Alex, mirando al océano.
— Yo no veo nada, —le dije.
—¿ Como que no?, ahí, a unos quinientos metros, se ve algo dorado.
— No veo nada.
— Desactiva tus ojos de demonio, —me dijo.
Así que les quité el maná y quedé con vista normal, hasta que ahí lo vi. El agua brillaba de color dorado.
— Oye, Alex, esto no me da buena espina.
— A mí tampoco, —me dijo, mientras ese brillo se acercaba a nosotros.