— Y bien, ¿qué averiguaste?,— le preguntó Alex a un chico que contrató para buscar información sobre Geese, ya que su informante jamás apareció.
— Ese tipo con cara de mono estuvo en la ciudad hasta hace poco. De hecho, tu informante puede que lo conociera y le avisara sobre ti. Yo tendría cuidado, aunque me dijeron que ahora estaba en la capital con el grupo de cacería, que vendrá aquí en cualquier momento y se reunirá con los aventureros de esta ciudad.
— Ya veo.
— Además, averigüe algo sobre los diablos del bosque, pero le costará, —dijo el chico.
Alex tiró una moneda de plata en la mesa.
— Son Superd. Dicen que unos aventureros entraron en su aldea, y los Superd asesinaron a todos.
— ¡Vaya! Si que son malos esos demonios.
— Así es. El rey ordenó exterminarlos a todos. Apenas lleguen de la primera ciudad, atacarán el Bosque del No Retorno. Tal vez ahí encuentre a ese cara de mono que busca, señor.
— Puede ser. Gracias, niño.
— De nada, señor.
Alex se fue tranquilamente a su posada, pero por dentro sentía que algo estaba muy mal.
— Maldita sea, Rudeus ya debería haber llegado con los soldados. Debía acompañarlo a la capital, pero se suponía que llegaría ayer. ¡Maldición! Será mejor informarle a Orsted, dijo, mientras llegaba a su habitación y tomaba la tablilla de contacto, pero esta no emitía la luz azul. Era solo una piedra.
— ¡Qué demonios! Se habrá roto, —dijo Alex, golpeandola suavemente, pero esta se rompió.
— ¡Maldita sea! Será mejor teletransportarme a la Aldea Superd e informar, —dijo, tomando sus cosas y caminando hasta donde estaba el círculo. Sin embargo, este tampoco estaba activo.
— Esto es malo. Rudeus no está. El rey no ha parado al grupo de cacería y ahora esto. Fue en ese momento en que pensó que alguien estaba ahí con él.
— Vamos, ya sal de ahí, —dijo Alex tomando su bastón, pero nadie habló. Salió lentamente del sótano con la guardia en alto. Y luego de la ciudad. Finalmente, cuando nadie lo veía y se sintió seguro, empezó a correr en dirección a la Aldea Superd.
— Tengo la sensación de que alguien estuvo ahí, —se decía el Dios del Norte así mismo. —¡Maldición! Debo llegar rápido, tal vez Rudeus aún está en la aldea.
Corrió toda la noche. Cuando amanecía, llegó al abismo y lo recibió el puente destruido y rastros de batalla.
— ¡Qué mierda pasó aquí!, —pensó Alex, que empezó a mirar el bosque donde fue el combate. Encontró unas fundas y una espada rota de un soldado de Biheiril. Más allá, un árbol partido por la mitad y un muro de tierra. Cerca del abismo, una gran sección se había desmoronado y caído al fondo. Cuando de pronto vio el martillo de Rudeus. Alex trató de tomarlo, pero no pudo.
— Tres pares de huellas, un brazo cercenado. Pffff, huele mal. Ya se está pudriendo, aunque no es de Rudeus, dijo Alex para sí mismo.
Hay rastros de ataques mágicos y esgrima. Rudeus hirió a uno gravemente, y hay charcos de sangre de otra persona. Unos dientes humanos. Un segundo, este corte no fue la espada de luz. Lanzaron una espada, y no es ninguna de las de Rudeus, por el corte es una espada de soldado. —Oooh, maldita sea, es ese estúpido esta aquí . Y por esos cortes, el otro tipo era mínimo un emperador del filo. Pero solo Dani vagaba por el mundo, y está muerto. Timothy y otros dos están en el santuario. Maldita sea, Gal Farion, esto es malo. ¿Pero ese brazo? , entonces es de Gal Farion. ¿Qué demonios?,— dijo Alex, tomando su bastón y poniéndose en guardia. Cruzó por el puente colgante, dónde encontró más sangre humana. Cuándo cruzó el puente y se dio cuenta de que no había enemigos, partió a toda prisa a la Aldea Superd.
Cuando llegó, tres Superd salieron a su encuentro.
— ¿Dónde está Rudeus?, preguntó Alex.
— Salió hace unos días con los soldados, no ha regresado.
— Él debía pasar por mí en Irelil, y hay rastros de batalla al otro lado del abismo. ¿Dónde estará Ruidjerd?
— En su casa, dijo un joven guerrero Superd. Alex partió de inmediato y entró a la casa de Ruidjerd sin previo aviso, aunque tuvo que contener las ganas de preguntarle cosas a un tipo a quien consideraba un héroe. Ruidjerd estaba ahí comiendo con Norm, la hermana de Rudeus qué lo acompañaba.
— Tenemos un problema. Rudeus está desaparecido y hay rastros de batalla en el abismo del Wyrm de Tierra.
Ruidjerd rápidamente se puso de pie y llamó a tres guerreros.
— ¿Qué pasa? ¿Mi hermano está bien?, dijo Norm.
— Sí, tranquila, mi Lady,— la tranquilizó Alex. —Su hermano está bien. No se preocupe.
— Iré con ustedes. Soy avanzada en tres estilos de esgrima y magia de agua avanzada.
— Impresionante, mi Lady. Pero ruego se quede aquí. Le aseguro que todo estará bien, —dijo Alex, calmando a Norm. Y salió junto a los Superd a la quebrada.
Mientras corrían allí, Alex le explicó la situación a Ruidjerd.
Cuando llegaron, Ruidjerd identificó sangre de tres personas, una de ellas de Rudeus.
— Él fue emboscado y fueron los soldados quienes lo atacaron, —dijo Ruidjerd, mirando al abismo.— Esos tipos no eran simples soldados. Rudeus es emperador del Norte y les dio mucha pelea. ¡Maldición! Escuché un trueno hace dos días, pero pensé que era en las montañas, —dijo Ruidjerd, apretando su lanza. —Pero ¿quiénes podrían herir a Rudeus?
— Temo que puedan ser el Dios del Norte, Kalman III, y El antiguo Dios del Filo, Gal Farion, —dijo Alex.
— ¿Y tú cómo sabes eso?, —dijo Ruidjerd con sospecha.
— Antes de venir, Rudeus trató de reclutarlos, pero no los encontró. Kishirika vio a Aleksander en esta zona. Y Gal Farion estaba desaparecido. Geese debió reclutarlos.
Ruidjerd miró al vacío, y su cara reflejaba que estaba pensando lo peor.
— ¿A dónde crees que vas?, —dijo Alex, al ver a Ruidjerd bajando al precipicio.
— ¿Tú qué crees? Voy a buscar a Rudeus.
— Espera, un segundo. ¿Y Doga?, —preguntó Alex. Un Superd le informó que salió tras Rudeus una media hora después. Alex verificó nuevamente y ahí, un poco más allá de donde estuvieron mirando los rastros de la batalla, había dos grandes huellas, las cuales se dirigían al abismo.
— Bien. Debemos volver a la aldea. Un ataque se efectuará pronto y debemos estar preparados,— ordenó Alex.
— ¿Y vas a dejar a Rudeus morir ahí abajo?,— dijo Ruidjerd, tomándolo del cuello con ira.
— Él está bien. Va a regresar pronto. Doga está con él. Pero debemos prepararnos para el ataque que llegará en unos días .
— ¿Cómo sabes que Rudeus está bien?, —preguntó Ruidjerd.
— Tenía la carne de Atofe. Si le dieron un golpe mortal y lo lanzaron al abismo, la carne de Atofe lo va a salvar. Ahora vámonos,— dijo Alex.
Ruidjerd lo miró confundido, pero al ver que el tipo estaba confiado, decidió seguirlo. Algo en los ojos de Sandor le daba confianza y en el fondo, algo de temor. Era como si a Ruidjerd este sujeto le recordara a alguien, pero no podía asociarlo a quién.
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— ¿Dónde estoy? ¿Estoy muerto? ¿Voy a nacer de nuevo?—Pensé al ver todo blanco. Sin embargo, rápidamente me di cuenta de dónde estaba, y poco más allá lo vi sentado dándome la espalda. Al parecer, si estoy muerto, ese hijo de la gran puta de Gal Farion me cortó por la mitad.
— Vienes a burlarte de mí, hijo d e 50 años luz de putas?, ¿Así que me mataste?, jajajaja, ¿Por qué la cara larga? ¿Vas a quedarte ahí callado?, ¡Habla, bastardo hijo de perra!
— ¿Por qué no te mueres? Ya muérete, muérete, —me dijo Hitogami, sin su habitual sonrisa . Se veía asustado, triste y cabizbajo.
— Jajajajaja, ¿estás asustado, eh?, me alegro. Espero que mueras, bastardo. Espero que Orsted te entierre una lanza en el culo y te use de bandera, mientras da la vuelta olímpica por todo el mundo jajajaja. ¿Sabes?, en la tierra paralela de dónde venía, a tipos malvados como tú los metían en la cárcel y ahí los violaban y los usaban de perras . Como me gustaría que te pasara eso el resto de la eternidad, bastardo hijo de puta .
— Ya cállate, te mataré, mataré a todos.
— No puedes, ya estoy muerto. Y además, no nos podemos atacar aquí. Tú estás muy lejos de mi solo puedes proyectarte en mi mente, tu mismo me dijiste como te comunicas imbecil , jajajaja. ¡Toma, concha de tu madre!, —dije, haciéndole un gesto obsceno, llevándome ambas manos a mis genitales y haciéndole un p... y...
— Voy a matar a tu familia, a Orsted y a todos tus amigos. Los mataré a todos, —me dijo Hitogami, casi haciendo un berrinche.
— Vas a morir, Hitogami. Eso te pasó por meterte con mi hija y mi esposa, hijo de puta espero que Lara te haga mierda.
— No entiendes, si yo muero el mundo se acaba, todo se acabará, así acabaron los otros 5 mundos, al morir los dioses todo acaba.
— Mmm, no te creo, y tu no eres un dios, no eres mas que un ser maligno qué surgió de la nada, algo así como lucifer . Y Solo dices lo del fin del mundo, porque estás cagado de miedo, puto pixeleado bastardo. Orsted te matará.
— Orsted. Pffff, Orsted es un payaso, un cachorro . Él no puede conmigo, ni Laplace, ni Perugius, ni Szillard, ni Caos. Pero desde que llegaste, mi futuro se ve negro. Antes se veía rojo, pero ahora es negro, negro como una noche sin luna.
— ¿Y cómo puedes saber eso?
— Puedo ver mi propio futuro. (Esto ya lo sabía, pero no está de más interrogar a este tarado).
— Ya veo. Así que por eso solo puedes tener tres apóstoles. No puedes ver a todo el mundo.
— ¡Qué? No es eso. Gasto casi todo mi poder viendo mi propio futuro. Puedo verlos a todos. Sin embargo, solo puedo tener tres apóstoles ya que debo estar siempre pendiente de mi futuro.
— ¡Vaya, qué mierda! No disfrutas la vida.
— Claro que no. Estoy sellado en este maldito lugar, por eso me divierto viendo como se mueren.
— Bueno, pronto morirás también, jajajajajaja.
— ¡Cállate! Esto es tu culpa. Desde que llegaste a este mundo, mi futuro se ha empezado a oscurecer, y ahora es totalmente negro. Está Orsted, ese chico de otro mundo. (Debe ser Akito, el novio de Nana, Dios, ya debe parecer un alce, con los cuernos que le ha pegado conmigo), y esa maldita Miko del tiempo, y ahora tiene más y más aliados, y cada día es peor, —dijo dando un gracioso chillido.
— ¡Huuuy, tiene miedo? ¿El bebé tiene miedo? ¿Vas a llorar?, ¡Haber llora, llore bebé, llore bebé! No llores, que me partes el corazón. ¿Donde esta bebe?, ahí esta, —le decía tapándome la cara, como en la era del Hielo, provocando que Hitogami se pusiera furioso.
— Ya cállate, muérete, muérete, muérete, muérete,— gritó Hitogami como si fuera un niño.
— Ya estoy muerto, imbécil.
— ¡No te hagas el gracioso conmigo, hijo de perra! Ya sabías lo que tramaba. Por eso venías preparado para matar a Vita con el anillo de Laxus . Y por eso traías esa maldita carne negra.
— ¿Cuál carne negra?
— ¡Cállate! Muérete ¿porque no te mueres? .
— Oye, Hitogami, aquí te tengo un trozo de carne y dos huevos, —dije, volviendo a llevar mis manos a mis genitales y haciéndole el gesto obsceno, que ese futbolista hizo famoso en mi vida anterior.
— ¡Muérete, muérete, muéeeeeere! ¡Yaaaaaaa!,— gritó hitogami furioso mientras se ponía de pie y me gritaba en la cara.
Justo en ese momento, abrí los ojos.
Me vi en un lugar oscuro, completamente diferente a donde vi al hijo de puta. Más allá, una fogata. Traté de pararme, pero un inmenso dolor recorrió mi cuerpo.
— Au au au, esto duele, pensé. Pero cuando miré, tenía brazos, brazos negros como la noche.
Qué raro, pensé. ¿Alguien le cortó los brazos a algún seleccionado francés y me los pegó con magia?
Pero estaba vendado, y sangre aún salía de donde se unían mis brazos. Así que me lancé magia de curación avanzada. Ya sin dolor, me incorporé. Solo estaba en ropa interior. Un poco más allá, estaban mis pantalones, mi camiseta y mi túnica, ambos sin la parte de los brazos, y sobre ellos, un brazo cercenado con el brazalete de Orsted aún puesto en él.
— Ya veo, por eso el maldito me pudo ver, pensé.
Me puse la ropa y me iluminé con magia de fuego. No tardé mucho en llegar a la abertura donde Doga hacía guardia.
— ¿Doga?
— Aha.
— ¿Tú me salvaste?
— Sí. Me dieron un sedante. Desperté y no estabas. Te seguí y vi rastros de batalla, así que salté al abismo. Toma, —me dijo, pasándome mis espadas.
— Gracias. ¿Y el Mjolnir?
— Quedó arriba. No pude levantarlo.
— Bien, dije, estirando mi brazo. A los pocos minutos, el martillo llegó volando hacia mí y lo puse en mi cinturón.— ¡Vaya que buenos brazos! Hasta copia mis huellas digitales, —pensé.
— Doga, eres un emperador del Norte, ¿cierto?
— Sí.
— ¿Y quién es Sandor?
— No puedo decírtelo. Lo siento, pero él me dijo que te cuidara.
— Está bien, gracias. Pero creo que ya tengo una idea de quién es. Llévame a donde caí.
— Sí. Te saqué la armadura. Pesaba mucho.
— Ya veo, dije, mirando fuera de la cueva donde Doga mandó al infierno a tres Koopas, o dragones de tierra.
Empezamos a caminar hasta que llegué a la armadura. Los pergaminos estaban destruidos, y solo quedaba una parte del guante de Zaliff. El otro brazo deben habérselo comido, ya que Doga dijo que lo buscó, pero no encontró nada.
Mientras me ponía la armadura, salió un trozo de espada pegada a la cajita que me regaló Atofe. Cuando la abrí, decía: "¡Cuando esté en peligro abra esta caja. Aquí está la carne de la reina demonio, ramificaciones de ella misma la cual lo protegerán."
— Ya veo, así que esta es la carne negra de la que hablaba el maldito, —pensé.
— Cuando te encontré eras un capullo envuelto en carne negra. Cuando lo abrí, esa carne se volvió brazos, —me dijo Doga.
— Ya veo, gracias Atofe, te debo un trago, pensé.— Gracias por bajar a salvarme Doga. Cuando salgamos de aquí, te ayudaré en lo que me pidas con Isolte, te lo juro.
— ¿Encerio?, —me preguntó Doga, sonrojado.
— Sí, y tal vez ella te enseñe el clítoris.
— ¿Ella conoce a ese sujeto?
— Sí, todas las mujeres lo conocen.
— No entiendo, —dijo Doga.
— Ya lo entenderás, —dije, mientras me ponía la Mark II, que aún funcionaba. El dispositivo que mi Roxy me fabricó con tanto esfuerzo y amor estaba destrozado. No podía invocar ni la armadura dorada ni la Mark I ni la Mark III. Tendré que ir a la Sharia para fabricar más pergaminos, pensé.
— Bien, grandote, salgamos de aquí,— dije, mientras nos elevamos con gravedad, solo para ser atacados, literalmente, por miles de Wyrm de Tierra, ¡Y los malditos usaban magia santa de tierra! Asesiné a varios con gravedad, pero eran decenas de miles. Se me agotaría el maná tratando de matarlos y desviando sus ataques mágicos, pensé, así que decidimos bajar.
— ¿Y qué hacemos ahora?, —preguntó Doga.
— Busquemos algún lugar donde no se vean tantos dragones y subamos, —dije, mientras caminábamos entre los hongos y plantas que emitían una luz y un líquido azul, que iluminaba el camino. Donde, por cierto, habían miles de insectos del tamaño de personas, que debimos matar. También vimos caer un dragón muerto de vejez, creo, y esos insectos se lo comían. Y de repente, los dragones se comían a esos insectos. Me acordé de cuando Mufasa le explicaba a Simba de cómo funciona el ciclo de la vida.
De pronto, Doga dijo algo que me hizo aclarar mis ideas.
— Este lugar se parece a los pasos superiores e inferiores del Wyrm rojo, —dijo.
— Sí, tienes razón. Esos pasos los crearon gente de la raza dragón. Claro, este abismo es igual. Debe ser artificial, creado por la gente dragón.— De seguro fue el Dios Dragón, Laplace, pensé. Creo que él trajo dragones al continente central. Ahora que lo recuerdo, Orsted dijo que no fuera a caer al abismo. ¡Demonios! Siempre me pasa todo lo contrario de lo que él me dice. Creo que me empezarán a llamar Rudeus el antónimo Greyrat.— ¡Maldición!,— grité en voz alta.
— ¿Qué pasa, general?,— preguntó Doga.
— Los que me atacaron eran Gal Farion y Kalman III. De seguro van a atacar la aldea. Debemos subir pronto. ¿Cuántos días estuve inconsciente?
— Cerca de diez días.
— ¿Qué? Debe ser una broma. Debemos subir de inmediato,— pensé. Aunque aún no deben haber atacado. Aleksabder dijo que podría destruir el Mjolnir con Kajakut, pero aún estaba donde mismo. Pero me preocupa Eris y Roxy. O, maldición, Zanoba. Él está en la capital. Cuando empezaba a entrar en pánico, Doga me habló.
— Mire, general, ahí, —dijo, apuntando a una cueva donde habían unas escaleras.
Así que entramos, mientras sacaba mi sable. Doga ya había matado varios dragones por el camino. Es un emperador del Norte muy fuerte. Habría sido de ayuda contra esos dos malditos cobardes, pensé. Cuando entramos, nos topamos con un gran cuarto. Definitivamente era una ruina de la tribu dragón.
Pensé que habría algún círculo de teletransporte, pero ahí había un gran mural con jeroglíficos y letras que no entendía. (Tal vez es lengua dragón antigua), y bajo el muro, una esfera de color azul y una fuente de donde caía líquido azul.
— Maldición, es solo un mural, —dije. Pero de pronto, la mano de Atofe apuntó a la fuente. Allí había varias botellas vacías y otras con ese líquido.
— ¿Qué debo beber?, —dije, pero la mano solo apuntaba a ese lugar.
— Mira, hay dibujitos, —dijo Doga, apuntando al mural.
— Ya veo,— dije, mirando como al parecer, gente de la tribu dragón, que los dibujaron como pequeños humanos con alas y lanzas, se aplicaban este líquido en la fuente y salían a matar dragones de tierra desde abajo. Y estos no los atacaban. Por cierto, los Wyrm de tierra solo atacan lo que está bajo ellos. Nunca atacan a lo que está arriba. Así que, al parecer a eso se debía que no se acercaban a los hongos ni las plantas azules. En ese momento, la mano de Atofe volvió a mi control.
— ¡Vaya, ya veo!, —dije, tomando la esfera.— ¿Qué dices, grandote, quieres ver a Isolte nuevamente?.
— Aha,— dijo Doga con su amplio léxico.
— Bien, iremos lentamente,— dije, mientras subía con magia de tierra para no gastar tanto maná, considerando que Gal Farion y Kalman III, vendrían con el grupo de cacería. También Geese, probablemente.
Cuando llegamos con los dragones, éstos nos miraron pero no atacaron. Realmente, el líquido azul funcionaba. Después de unas horas, llegamos al puente. Era de noche y había luna llena.
— Lo logramos, Doga, —le dije, dándole una palmada en la espalda. Te lo agradezco, amigo. Le diré a Ariel que te de un aumento y te haga trabajar con Isolte.
— ¿Encerio?
— Claro que sí. Si se lo pido amablemente (y la hago gritar), ella dirá que sí.
— Muchas gracias, —me dijo Doga, sonriéndome.
— Bien, mi grandote amigo, vamos de vuelta con los Superd e informemos a quién nos enfrentamos, —dije.
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— Ya rápido, Enanita. Muévete, —dijo la pelirroja, que corría a toda velocidad. Algo que su esposa más pequeña, apenas podía seguirle el ritmo.
— Mira, esa es Irelil, dijo Eris. Deberíamos ir ahí y averiguar sobre Rudeus.
— Deja de decirme Enanita, Eris, —dijo la enanita, dándole una nalgada a la mujer más alta.
— Oye, deja eso para la noche. No te bastó que acabara contigo anoche.
— Es porque eres más grande.
— Pfff, lo que digas, Enanita.
— No me llames así. Pfffff, deberíamos bordear la ciudad e ir a la aldea humana, y de ahí al abismo del Wyrm de Tierra.
— ¿Por qué?, —preguntó Eris.
— Geese puede tener espías ahí, o estar ahí.
— Ya veo. Bien, —dijo Eris, poniéndose una capucha para ocultar su pelo rojo mientras Roxy hacía lo mismo. Y se dirigieron a la aldea. Con Eris se había tardado más de la cuenta en llegar, debido a que no habían ido por los caminos principales, y lo mismo hicieron ahora. Cuando llegaron a la aldea humana, Eris pudo ver a Gal Farion a la distancia, sentado junto a un chico con una gran espada.
— ¡Oh, mierda! Es el Dios del Filo, y ese debe ser el Dios del Norte, —dijo Eris.
—Un segundo, vi esa espada antes, —dijo Roxy.— Antes de conocer a Rudy, estuve en Ars, y un tipo me salvó. No recuerdo su nombre, pero recuerdo esa espada.
— ¿Es el mismo sujeto?
— No, el otro se veía mayor y tenía barba. Y se parecía mucho a San(...) ¡Maldita sea! Era el Dios del Norte.
— Ese debió ser Kalman II, —dijo Eris. —Ese se ve como de 19 años. Debe ser Kalman III. Esto es emocionante, dijo Eris. Vamos a matar a esos dos.
— Estás loca, nos matarían.
— Aquí, no, pero con Rudeus los mataremos. Mmm, ¿dónde estára Kalman II?
— Eris, creo que Kalman II es San(... ).
— ¡Vamos, Enanita! Quiero ver a Rudeus y Ruidjerd, —dijo Eris, bordeando la aldea, y se dirigieron al abismo del Wyrm rojo.
— Deja de decirme enanita.
La noche las encontró en el bosque, donde acamparon en el monumento de las 7 grandes potencias. A la mañana siguiente llegaron al abismo, donde encontraron los rastros de la batalla.
— Eris, ese es el martillo de Rudeus, —dijo Roxy.
— No puede ser, dijo Eris, viendo los rastros de batalla.
— Fuchi, algo huele mal, —dijo Roxy, cuando encontraron un brazo en descomposición.— Es de Rudy, preguntó Roxy, asustada.
— No, no lo es. Algo pasó aquí. Vamos rápido a la aldea, —dijo Eris.
¿Qué hay del martillo?
— Solo el que tiene el poder de Thor puede usarlo.
— Deja de decir payasadas como Rudy, Eris, —dijo Roxy malhumorada.
— Perdón, solo Rudeus puede tomarlo. Déjalo ahí. Ven rápido, —dijo, cruzando el puente a toda velocidad, mientras Roxy se demoró casi media hora en cruzar. Estaba aterrada. Finalmente, se adentraron en el bosque, donde casi fueron atacadas por un lobo, pero dos Superd las encontraron, haciendo que Roxy se orinara y se escondiera detrás de Eris.
— ¿Quiénes son ustedes?,— dijo el guerrero Superd.
— Somos Eris Greyrat y Roxy Greyrat, —dijo Eris, cruzándose de brazos, mientras Roxy tiritaba de miedo.
— Oye, esa no es una Migurd, —dijo uno de los Superd.
— ¡Si! Hace siglos que no veía una. ¿Espera? , Greyrat, dijo de pronto. ¿Qué son del amigo de Ruidjerd?.
—Somos sus esposas,— dijo Eris, haciendo que los Superd relajaran su guardia.
— Rápido, sígannos, —dijo el joven Superd. Eris estaba emocionada, de ver a Rudeus y Ruidjerd z al fin se reunirán los tres después de 11 años.
— ¿Te miaste, Roxy?
— Un poquito.
— Dios, qué cobarde eres.
— Cállate, Rudy me dijo que entraste en pánico cuando viste a Ruidjerd por primera vez.
— Mentira, estaba muy tranquila, —dijo Eris, levantando la barbilla.
— Mentirosa.
— ¡Cállate, Enanita!
— Deja de decirme así.
Finalmente, llegaron a la aldea dónde fueron llevadas a la cabaña de Ruidjerd. Ahí se encontraron con el Superd, quien estaba con Sandor y Norm, planeando la defensa. Cuando Ruidjerd vio a Eris, no pudo evitar sonreír.
— Ha pasado mucho tiempo. ¡Vaya que has crecido, Eris! Eres toda una guerrera.
Eris estuvo tentada a ir a abrazarlo, pero no lo hizo. Después de todo, ahora era una reina del filo. Así que se cruzó de brazos y se limitó a contestar:
— Así es.— Gusto en verte, Ruidjerd.
Pero Norm corrió hacia ellas y las abrazó, y les dijo que Rudeus estaba desaparecido.
— ¿Qué pasó?, —preguntó Eris, entrando en pánico.
— Hubo una batalla cerca del abismo. Rudeus está desaparecido desde ese día,— dijo Ruidjerd.
— ¿Él está vivo? ,— preguntó Eris.
— Sí, debe estar vivo. Tranquilas, Doga debe estar con él. Vendrá pronto, —les dijo Sandor .
— El grupo de cacería se está reuniendo en la aldea humana. Vendrán pronto, —dijo Roxy.
— ¿Cuánto tiempo?, —preguntó Ruidjerd.
Pero Roxy se escondió tras Eris.
— Dos días, tres como máximo, —contesto la pelirroja.
— Algo pasó en la Sharia, —dijo Sandor. Los círculos y tablillas no funcionan.
— Ya lo sabemos, pero nuestro suegro, y Leo. Están ahí, y si hubo un ataque, de seguro huyeron a Ars, —dijo Roxy.
— Ya veo, —dijo Ruidjerd, que salió de la casa.— Norm, podrías darle comida a Eris y a la señora Roxy. Iré a hablar con el líder. Debemos planear una estrategia.
— Claro.
Roxy aprovechó para asearse, y luego comieron. Sandor miraba preocupado por la ventana.
— Yo a usted lo conozco de antes,— le dijo Roxy.
— ¿Ah, sí?, No la recuerdo, mi Lady. Fui al continente demoníaco hace muchos años y vi a un par de Migurd.
— No, en Ars, hace veinte años. Estaba en el gremio de aventureros y tomé una misión para un noble, y usted me tomó del brazo y me advirtió que no debería ir. Después de eso, me escoltó a un carruaje que me llevó a Roa. Pero algo es raro, usted no ha envejecido. Solo que ahora tiene el pelo largo, pero no olvidaría a alguien con el pelo negro.
— Jajajajaja, tiene buena memoria, mi Lady. Sí, lo recuerdo.
— ¿Quién es usted? Dijo ser un santo del Norte en ese tiempo, pero esos espadachines temblaron solo con verlo.
— Me llamo Sandor Von Grandour. Soy un emperador del Norte.
— Jamás escuché de usted, dijo Eris.
— Oh, claro. Es que yo y Doga no somos muy conocidos. Nunca salíamos de la zona de conflicto.
— ¿Y por qué no ha envejecido?, le cuestionó Roxy.
— Jajajajaja, veo que ahora usted olvidó lo que hablamos. Le dije que tengo sangre de demonio. Unos muy longevos.
— ¿Cuáles?, preguntó Roxy, levantando una ceja.
— Wuajajajaja jaja, se nota que ustedes son esposas del general. Él también me disparó mil preguntas, mis ladys. Hay un momento para todo. Las presentaciones pueden esperar, —dijo Sandor.
— Espero que no seas un traidor. Si es así, te mataré,— le dijo Eris.
— Créame mi Lady, jamás traicionaría a su majestad ni la causa del Dios Dragón.
— Eso espero, —dijo la pelirroja, engullendo su carne y papas.
Al anochecer, se celebró una reunión en la casa del jefe. Donde se explicó todo lo que había pasado y lo que habían averiguado.
— ¿Es así, señor Sandor?, —preguntó el jefe de la aldea.
— Así es. El grupo de cacería llegará en unos días. Debemos planear la batalla.
— ¿Qué hay del general y el gigante?
— Están en el precipicio. Vendrán pronto,— dijo Sandor con confianza.
— Esto es estúpido. Hay que ir por Rudeus, —dijo Eris.
— Él regresará. Necesitamos crear un plan de defensa.
— ¿A quién nos enfrentamos?, —preguntó el jefe de la aldea.
— A Gal Farion, antiguo Dios del Filo, Kalman III, Dios del Norte, y tal vez a Malta, el Dios Ogro.
— No podremos ganar, dijo el jefe.
— Sí, lo haremos, tranquilo,— dijo Sandor.
— ¡Patrañas! Esos malditos atacaron cobardemente a Rudeus. Los mataré. Y me cansé de esto. Iré a buscarlo yo misma. Ruidjerd, acompáñame, —dijo Eris. Pero cuando se dio vuelta, Rudeus estaba frente a ella.
— Si vas a ir ahí, amor, debes usar el agua azul al final del abismo para subir.
— Rudeus,— grito Eris, abrazándolo y dándole un furioso beso, solo para luego ser abrazado por Roxy.
— Vaya, hace años que no veía a un humano casado con un demonio, —dijo un Superd a otro.
— Sí, lo recuerdo. Era ese espadachín Migurd con esa humana, en la guerra de Laplace, —le respondió el otro . Pero de pronto Rudeus habló
— Las extrañé, dije. —Pero ahora díganme, ¿qué está pasando?