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Chapter 179 - Reclutando Aliados, tercera parte, Soldat

Era temprano en la mañana cuando divisamos Hammerpolka. Cuando estábamos entrando a la ciudad, Sara me habló.

—Bien, creo que ya estamos fuera de peligro.

—¿Estas segura? Puedo sacarte fuera de la zona de conflicto —le dije.

—No, acá es suficiente. Ya podemos salir seguras. Además, no quiero que te retrasemos en tu misión, General.

—Jajaja, no me digas así, Sara.

—Bueno, supongo que este es el "hasta pronto", Rudeus.

—Fue bueno verte, Sara.

—Pffff, ya besense —dijo Alisa, fastidiada, haciendo que Eris pusiera pésima cara.

—Jajaja, no, con Rudeus solo somos amigos. Además, anoche tuvo la posibilidad de hacer lo que quisiera conmigo y él me rechazó —dijo Sara con una sonrisa.

—Espera, Sara, antes de que te vayas, toma esto, es para ti —dije, regalándole un reloj.

—Y esto…

—Sirve para ver la hora. Vez, dice que son las diez de la mañana —(por cierto los relojes eran regalos para el Dios de la espada y el Dios del norte , pero como Gal Farion y Alexander eran, como decirlo, algo idiotas, había hecho unos relojes que marcaban la hora digitalmente. Es decir, en vez de agujas del reloj, te mostraba el número correspondiente a la hora).

—Esto se ve costoso. No sé si aceptarlo —dijo Sara.

—Oh, vamos, aceptalo. Te será útil.

—Gracias —dijo muy sonrojada, mientras lo ponía en su muñeca. —Cuídate, Rudeus, y que tengas mucho éxito —dijo, besando mi mejilla. Cuando miré a Eris, estaba roja.

—Y tú, Eris, cuida a Rudeus. Él es un gran amigo. Cuídense.

—Tú igual, Sara —le dije. Y Eris se despidió haciendo un gesto con la cabeza.

De pronto, Sara se detuvo y les habló a las amazonas.

—Creo que es todo, me retiro de las aventuras.

—Debes estar bromeando —dijo Alisa.

—No —dijo, volteando para mirarme a mí y a Eris, que estábamos tomados de la mano. —Me retiraré, buscaré un empleo o me haré cazadora. Quiero conocer a alguien y tener una familia, tal vez un hombre que no se emborrache en un burdel —dijo sonriendome.

—Espera, Sara, hablemos de esto —escuché que le decían las amazonas mientras doblaban por una esquina de Hammerpolka.

—Espero que le vaya bien —dije, mientras la veía desaparecer. —Bien, Eris, vamos a ver si los misioneros tienen a Geese.

Así entramos a la ciudad. No nos costó mucho encontrar a los misioneros, cerca de la plaza principal, donde había un gran escándalo y muchos aventureros estaban ahí discutiendo con los caballeros. De hecho, las cosas estaban tensas.

—Malditos imbéciles, ¿con qué autoridad piden la detención de uno de nuestros camaradas?

—Escucha, imbécil, ese demonio está siendo buscado como un criminal por todo el mundo. Entréguenlo.

—Y porque no te vas a la mierda, imbécil.

Cuando escuché esa voz, la reconocí. Era Soldat, de líder escalonado, ya tenía unos 30 años y tenía bigote.

—Soldat? ¿Qué haces aquí, amigo?, le dije.

Él se volteó con cara de fastidio, pero cuando me vio abrió mucho los ojos. Sin embargo, volvió a su rostro de molestia.

—No es buen momento, Quagmire. Estos imbéciles quieren llevarse a uno de mis hombres.

—Déjame solucionar esto —le dije, mientras caminaba hacia adelante. Soldat me miró confundido.

Cuando los misioneros me vieron, se arrodillaron ante mí rápidamente.

—General Latreia, como ordenó, aquí está el "cara de mono". Pero estos herejes no quieren entregarlo. —Cuando miré al hombre, no era Geese. Era más corpulento y, de hecho, se parecía a Goriade. Era de una tribu de hombres bestia.

—¿Qué me miras, idiota? —dijo el mono, haciéndose el macho, pero cuando me vio, se cagó de susto.

—Maldita sea, temo que él no es Geese —le dije a los misioneros.

—¿Está seguro mi General?

—Sí. Ese es un hombre bestia. Geese es un demonio. De hecho, parece un humano a lo lejos, y es más bajo y delgado, y no es peludo como ese tipo. De hecho, parece un humano, pero se puede reconocer por sus uñas negras y su nariz de simio.

—Ya veo. Lo sentimos señor.

—No se preocupen. Fue mi culpa al no darles mayores detalles. Buen trabajo. Pueden retirarse. Yo lidiaré con lo demás.

—Sí, señor —dijeron dándome un saludo. Subieron a sus caballos y se retiraron.

—Lamento el inconveniente —les dije a viva voz. —Confundieron al hombre bestia con un demonio prófugo llamado Geese.

—¿Geese? , maldita sea, siempre me confunden con ese idiota —dijo el gorila.

—¿Lo conoces?.

—Sí, estuve en un grupo con él y nos robó el dinero. ¿Qué hizo ahora?

—Es un criminal buscado en todo el mundo, incluido el Continente Demoníaco. Cuando lo capture, va a ser ejecutado —dije, lo que provocó que el gorila se pusiera pálido.

—¿Qué demonios, Quagmire? Esos idiotas de Milis te obedecieron, jajajaja, si que te crecieron las pelotas, chico.

En ese momento, algunos miembros del líder escalonado se acercaron para saludarme, me daban golpecitos en la espalda y aoretones de mano era como reencontrarse con amigos que no ves hace años, de hecho eran muy pocos de los que recordaba, los demás deben haberse retirado o muerto.

—Ven, chico, vamos a beber. Tenemos mucho de qué hablar—dijo Soldat, abrazándome y guiándome a un bar, mientras Eris nos miraba con mucha curiosidad mientra nos seguía.

Llegamos a un bar cercano donde me senté en una mesa con Soldat mientras este pedía una cervezas.

—Han pasado años, chico, desde la última vez que te vi en la Sharia.

—Sí, 7 años jajajaja.

—¿Qué es de Elinalise?

—Pues se casó, tiene un hijo de 3 años.

—Vaya, quien lo diría, no chicos —dijo, mirando a los más veteranos de líder escalonado, quienes estallaron en risas.

—Vaya que has crecido, chico, estás muy alto.

—Sí, bueno, han pasado años, viejo. Por cierto, lindos bigotes, Soldat, pareces estrella porno de los años 70.

—¿De qué demonios estás hablando, Quagmire? Siempre dices cosas sin sentido.

—Jaja, como sea. ¿Qué haces aquí, Soldat? Me imaginé que estarías en Basherant.

—Ya me conoces, chico, no me gusta quedarme en un solo lugar. Hace unos años llegamos aquí a explorar laberintos, y nos atrapó la guerra. Así que hemos estado trabajando como mercenarios. Es peligroso, pero se gana buen dinero. Hemos perdido algunos miembros, pero ya sabes, el trabajo es así.

—Pensé que a estas alturas ya te habías retirado, amigo.

—Ya me conoces, me gusta cuidar a los novatos , tal como cuidé de tu trasero en Neris.

—Según lo que recuerdo, fui yo quien te cuidó el trasero, Soldat, en especial con ese Wyrm rojo.

—Jajajaja, sí, lo recuerdo. Dios, que buen dinero ganamos con esa cosa jajaja.

—¿No piensas retirarte, Soldat?

—Lo he pensado, pero el clan tiene mucho trabajo y bien pagado para los grupos rango S. Además, este es mi destino. Me retiraré cuando muera o me corten un brazo. Ya sabes cómo es esto.

—Ya veo.

—Pero cuéntame qué es de ti, chico. Me sorprendió ver a esos Milis arrodillarse ante ti. Además, creí que te apellidabas Greyrat.

—Bueno, soy Greyrat, pero uso el apellido de mi madre con los Milis. Además, estoy en una alianza con ellos.

—Explícate, chico, no entiendo muy bien esto.

Así que le expliqué lo mismo que a Sara: el rescate de mi madre, mis matrimonios, la pelea con el Dios Dragón, mi alianza y cómo formamos un ejército, y la alianza con Milis, Asura, el Reino Dragón y las naciones mágicas. Además, por cierto, estoy reclutando gente y ahora busco Kalman III .

—Vaya, ese Geese suena como un idiota. Si lo encuentro, lo mataré, viejo.

—No hagas nada, Soldat. El tipo es peligroso.

—Como digas, General. Jajajaja, pero por cierto respecto al Dios del norte, hace unos años había un tipo por aquí, se veía mayor pero era muy hábil le enseñaba a los chicos el estilo del Dios del norte, era terroríficamente fuerte hasta sin una espada, pero era un tipo agradable.

—Mmmm eso suena como Kalman II, que raro el no debería estar aquí, pensé.

Maldición fracasamos en esta misión creo que deberé regresar amigo.

—Espera quedate un poco más y recordemos nuestras aventuras, apuesto que esta hermosa pelirroja le gustaría saber lo famoso que fuiste en esa época.

Eris simplemente movió su cabeza en aprobación.

—Dios, que lejos has llegado, Quagmire. Veo que hace mucho te convertiste en un hombre importante y dejaste de ser ese niño triste de Basherant. Me alegro que te casaras y tuvieras hijos. Realmente me alegro de escucharlo, hermano —dijo, poniendo su mano en mi hombro.

—Te estás volviendo sentimental, Soldat, ¿o estás triste porque Elinalise se casó?

—Jajajajajaja, mírate, chico, si que has cambiado, bromeando como todo un veterano. Bueno, no se puede esperar otra cosa del comandante del ejército del Dios Dragón. Por cierto, cuando me retire espero que le des una mano, niño.

—De hecho, tenemos una empresa de mercenarios. Aunque más que mercenarios, es una agencia de inteligencia del Dios Dragón. ¿Por qué no vienes con nosotros y te nos unes? Serías más que bienvenido, amigo.

—Pffff, se saqué el tema, pero debo rechazarlo. Ya sabes, tal vez no me vea respetable, pero los novatos confían en mí. Pero iré a verte cuando me retire o pierda un brazo. Espero que me des trabajo a pesar de ser un lisiado.

—Claro que sí, te estaré esperando, amigo.

—Jajajaja, te has convertido en todo un adulto, no, tan lejos de como eras en ese tiempo. Aún recuerdo cuando te encontré ahogándote en alcohol mientras llorabas con la cara llena de mocos y te llevé a ese burdel, ¿recuerdas?.

—¿De qué demonios está hablando, Rudeus? —exigió Eris con los brazos cruzados.

—No, Eris, será mejor que no (...).

—Oh, vamos, Quagmire, eso pasó hace años, y es una historia famosa entre los chicos, jajajajaja. ¿Aún te da vergüenza?

—No es eso, lo que pasa es que (...)

—Jajaja, sabes —dijo, mirando a Eris—, conocí a este idiota en Basherant. En ese tiempo, era un maldito niño miserable, no me agradaba, pero aún así respetaba su poder. Pero me molestaba su rostro de tristeza por alguna razón, como si solo él sufriera por algo, como si deberíamos sentir lástima por él.

Eris estaba callada, con los brazos cruzados y tenía una mirada de molestia que me estaba empezando a preocupar.

—Como sea, una noche entramos a nuestro bar favorito y ahí estaba este tipo vaciando jarra tras jarra. No sé qué me molestó, así que decidí ir a molestarlo, pero el muy maldito me golpeó. En ese tiempo, pensaba que era un mago solamente, y el desgraciado golpeó fuerte. Pero no la devolví, de pronto él se rompió y empezó a llorar.

Eris estaba mirando a Soldat con una cara que decía que estaba por golpearlo y me tenía asustado. Pero Soldat siguió con la historia.

—Entonces lo llevé a una mesa y empezamos a hablar. Resulta que Quagmire tenía una novia llamada Sara, y cuando trataron de intimar, otra mujer se le vino a la cabeza y no pudo hacer nada. La chica se fue enojada con él y Rudeus había bajado a beber. Resulta que la mujer, antes de Sara, lo abandonó, y por eso este tipo se sentía miserable. Realmente le rompió el corazón, sabes.

—Soldat, espera no sigas (...) .

—Continúa —le dijo Eris con un gruñido en vez de voz.

—Bueno, él se puso a llorar diciendo que esa mujer le había arruinado la vida, diciendo que no entendía por qué lo había abandonado. Y ahí realmente lo entendí. Este pobre chico cuidó de esa chica por años y lo abandonó cuando él le pidió matrimonio, y ahí empezó a sollozar como una niña.

Pero como soy un gran sujeto, pensé en subirle el ánimo. Pero no creas que traté de hacerle algo jajajaja, y lo llevé con las profesionales. Fuimos al mejor burdel de Basherant.

—JAJA, tú tampoco me gustas de esa manera, Soldat —le dije, mirando de reojo a Eris, que estaba furiosa. Creo que sentí que emitía electricidad estática.

—Como sea, no sé qué pasó en ese burdel, pero cuando Rudeus regresó con la puta, tampoco hizo nada, solo hablaron. Y la chica contó que el Quagmire estaba enfermo de la mente. Esa mujer lo dejó tan deprimido que no podría actuar como hombre hasta volver a enamorarse. De hecho, por eso me sentí tan feliz por mi hermano cuando me invitó a su boda con dos chicas. Por cierto, lamento no haber ido a la boda —dijo Soldat a Eris, creyendo que con ella me había casado esa vez.

—Como sea, bebimos toda la noche, y cuando salimos Rudeus abrazaba a esa chica del burdel diciendo que la anterior chica se podía ir al demonio, y Sara igual. Pero justo cuando dijo eso, Sara estaba detrás de él. Resulta que la chica lo estuvo buscando toda la noche para pedirle perdón. Cuando Rudeus se dio cuenta, Sara le dio una bofetada, ¡Pam! —dijo Soldat, haciendo la pantomima, que generó las risas de todos, incluida la mía. En verdad fue gracioso.

Le dije que siguiera a Sara y le explicara, pero el Quagmire decidió seguir como aventurero y así nos fuimos a Neris, donde este tipo mató a ese Wyrm rojo. Estuvimos un año juntos hasta que se fue a Ranoa. Jajaja, fueron buenos años, ¿no, viejo?

—Sí —le dije nervioso, mirando a Eris, que estaba furiosa por la mirada que nos daba.

—Perdona, esta no es una historia como para una chica como usted. ¿Ella es tu esposa, Quagmire?

—Sí, así es.

—Vaya, es muy linda. Pero creí que odiabas a las pelirrojas.

—No las odio.

—Claro que sí, siempre te sentías incómodo y ponías esa cara triste cada vez que veías una pelirroja, o ocultabas tu rostro cuando veías una. Tal vez no te dije nada en ese tiempo, pero todos nos dábamos cuenta. Hasta Elinalise se dio cuenta. Siempre lo hacías, o veías una pelirroja que venía hacia ti y doblabas por otra calle. Siempre las evitabas. Pero eso me sorprende que te casaras con una pelirroja, amigo.

—Era solo un trauma, Soldat.

—¿Y quién es esta belleza entonces?

—Déjame presentarte, ella es mi esposa Eris Greyrat. Y Eris, como ya pudiste escucharlo, él es Soldat Hekcler, un gran amigo en mis tiempos de aventurero y me cuidó en ese tiempo.

—Soy Eris, — dijo mi esposo a modo de saludo.

—Oh, mucho gusto,soy Soldat (...) espera un maldito segundo, ¿Eris? ¿Ese no es el nombre de la chica que te hizo todo eso? ¿La misma Eris?.

—Sí, espera, déjame explicarte. —Así que le di la misma explicación que a Sara. Cuando terminé, Soldat miraba fijamente a Eris sin una pizca de miedo en su mirada y dio un sonoro chasquido de lengua.

—Pffff, si estás bien con eso, Quagmire, y mientras seas feliz. —Pero Soldat no dejó de mirar a Eris con reproche.

—Veo que tienes muchas agallas de haber regresado después de todo lo que le hiciste. Mi amigo en ese tiempo estaba muy mal por tu culpa, mal al punto que casi se suicidó . Si no hubiera estado con él, se hubiera enterrado esa maldita daga en el corazón —dijo Soldat sin una pizca de miedo.

Rápidamente me puse de pie para evitar que Eris lo golpeara.

—Eris, espera, yo (...). —Pero ella no dijo nada, se dio media vuelta y salió corriendo del bar.

—Pffff, creo que hablé demasiado —dijo Soldat, acariciando su cabello. —¿Nunca le contaste, Quagmire?

—Le conté que estuve triste, pero nunca le conté lo del suicidio.

—Ya veo. Lo siento, viejo, pero ya me conoces.

—Sí, no te preocupes. Creo que será mejor que vaya con ella.

—Sí, te veo pronto y te tomaré la palabra de ese trabajo.

—Te estaré esperando —le dije con una sonrisa.

—Por cierto, antes de que te vayas, me dijiste que trabajaste para los Boreas Greyrat antes del desastre de Fitoa, ¿cierto?

—Así es.

—Pues a un día de aquí hay algo que deberías ver —me dijo.

Luego de recibir esa información, me despedí de Soldat y salí en búsqueda de Eris.

Cuando la encontré, estaba a las afueras de la ciudad, tumbada en una pequeña colina, mirando el cielo. Me acerqué a ella y me senté a su lado.

—Escucha, Eris, todo eso que pasó en ese tiempo solo fue un (...).

Antes de terminar mi frase, Eris me abrazó muy fuerte y empezó a llorar como nunca antes la había visto.

—Perdóname, mi amor. yo no sabía(...) , no sabía, nunca me imaginé que te hice tanto daño. Yo lo siento mucho, perdóname, Rudeus. Nunca quise abandonarte. Pensé que lo habías entendido. Perdóname —dijo mientras lloraba en mi pecho.

Yo acariciaba su cabello mientras Eris sollozaba con su cara enterrada en mi túnica.

—No, no hay nada que perdonar, solo éramos unos niños en ese tiempo, niños que estaban asustados por el futuro . Ahora es diferente, estamos juntos, nos casamos y tenemos cuatro hijos. Yo te amo, Eris. Cuando dije esas cosas estaba dolido, pero nunca dejé de amarte.

—No sabía que te habías tratado de suicidarte por mi culpa, Rudeus. Te hice mucho daño. Yo jamás podré perdonarme esto.

—No digas eso. Yo estaba ebrio y deprimido. No fue tu culpa. Además, Soldat lo evitó. Y después nunca más intenté algo así. Eris, escuchame, yo soy muy feliz contigo. ¿Entiendes? Todo eso está en el pasado. Y si no hubiera pasado lo que pasó , hoy no serías reina espada, y yo jamás hubiera conocido ni a Soldat, ni a Sara, ni a Timothy, ni a Suzanne.

—¿Silphy o Roxy lo saben?

—No, solo Nana lo sabe.

—Entonces, ¿ella me odia?

—Claro que no. Ella sabe de nuestro malentendido. Ellas te aman, Eris, tal como te amo yo.

—¿Por eso Silphy cuando recién llegué era tan desconfiada?

—No, ella no lo sabía. Solo sabía de mi problema psicológico. Pero Silphy es la que menos te podría odiar , Eris. Dios, si creo que tú le gustas más que yo.

Eso le sacó una sonrisa a Eris.

—Ahora entiendo por qué Sara me miraba así —dijo Eris.

—Tranquila, amor. Ya te dije, solo tuvimos un malentendido. Escucha, yo te voy a amar hasta el último día de mi vida. Y cuando muera, te voy a esperar en el más allá para que volvamos a nacer, y te voy a buscar hasta encontrarte para que volvamos a estar juntos .

—¿Lo prometes?

—Claro, amor —dije, besando su frente.

—Rudeus, nunca más te voy a abandonar, te lo juro por mi vida —dijo, tomándome del hombro y dándome un largo beso en la boca.

Estuvimos ahí varios minutos hasta que Eris se calmo.

—Bien, antes de volver a casa, debemos ir a otro sitio —le dije.

Cuando bajamos, vimos a varios tipos mirándonos como nos besábamos, pero no eran miradas hostiles.

—¿Pasa algo? —les pregunté.

—Oh, lo siento —dijo un caballero. —Es que hay una leyenda de la diosa del bosque Laine. Ella es una mujer bestia. La leyenda dice que Laine buscaba a una chica pelirroja, y que si la encuentras, la diosa te dará suerte. Solo por eso la mirábamos. Perdón si los hicimos sentir incómodos.

—Oh, no hay problema. Es una bella historia —le dije.

Mientras salíamos de Hammerpolka. Me di cuenta de algo.

—Oye, Eris, ¿Ghislaine no cayó en esta zona en el accidente de maná y te buscó por aquí?

—Sí, eso creo —dijo Eris.

—Mmmm, Laine, Ghislaine, bueno, tal vez sea una coincidencia. No creo que tengan una religión de 12 años —pensé. —Tal vez Laine sí es una diosa feral, pero ¿cómo demonios llegó esa religión aquí? Tan lejos del gran bosque. Pffff, como sea —dije mientras seguimos el camino.

No tardamos mucho en llegar. Bajo una colina habían dos tumbas. Una ya no tenía inscripción, pero la otra decía "Phillip Boreas Greyrat", y de seguro la otra decía "Hilda Boreas Greyrat".

—Así que, ¿aquí están mis padres?

—Sí —dije, pensando en Phillip e Hilda, mientras con Eris estaba tomado de la mano. —¿Cómo habría reaccionado Phillip a todo lo que pasó? Pffff, de seguro sería ministro de Ariel, apuesto que me estaría empujando para que me acostara con Ariel para sacar provecho político. O tal vez habría tomado el mando de Boreas y recuperado a los chicos. Hilda estaría tan feliz de vernos, aunque quién sabe qué hubiera pensado de Silphy, Roxy o Nana. Bueno, era una noble, tal vez no le habría dado mayor importancia, aunque hubiera sido algo desagradable con los otros niños. No, Eris, no le hubiera aguantado algo así, pensaba para mi mismo.

—Crees que mis padres estén felices por mí, Rudeus? —preguntó Eris.

—Claro que sí. Tu mamá en especial hubiera amado a Ars. Él sería sus ojos.

—Apuesto que papá estaría muy feliz de que seas el amante de Ariel y te empujaría a tener hijos con ella, y se habría posicionado en el poder.

—No soy el (...). Tu padre te amaba, Eris. No era solo de intrigas políticas.

—Lo sé. Siempre que veo a Gabriel, no puedo evitar ver a mi padre.

—Ellos estarían felices por nosotros, Eris. De hecho, deben estar muy felices.

—¿Qué demonios haces, Rudeus? —dijo con pánico cuando empecé a desenterrarlos.

—Los llevaré a Ars. No los dejaré en este lugar. Ellos deben estar en un mejor lugar.

—Entiendo —dijo mientras los sacábamos de ahí. Ya eran esqueletos, pero reconocí a Hilda por su pelo rojo como el de Eris, que aún quedaba.

Lavamos sus huesos y los envolvimos en lino.

—¿Regresemos, amor?

—Sí, Rudeus. Gracias por traerme aquí,— me Dijo sonriendo, la verdad me

Dio alivio volver a verla sonreír.

Le di un beso mientras desplegaba un pergamino y nos transportábamos a la Sharia. De ahí llamé a papá, donde pusimos los huesos de Phillip e Hilda en una caja de mármol, y le mandé un mensaje a Ariel. Cuando llegamos a mi casa en Ars, nos esperaba Ghislaine, Luke, Tris, David y Gabriel. Al parecer, Ariel ordenó que vinieran.

Tomamos la urna de mármol y la subimos a un carruaje que los llevó a donde está enterrado Saurus, y ahí, a lado de su tumba, enterramos a Phillip e Hilda.

Cuando nos íbamos, Gabriel y David hablaban con Eris.

—Espero que los tíos descansen en paz —dijo David.

—Sí, gracias por venir, chicos.

—No hay problema —dijo David, mientras se despedía de Eris con un abrazo y esperaba fuera del mausoleo. Después Ghislaine, que estaba llorando, abrazo a Eris y nos dio las gracias por traerlos de regreso. La gata se veía muy afectada. Luego nos despedimos de Luke y Tris.

Gabriel se quedó para el final. Cuando se acercó a Eris, le dijo:

—Espero que tu padre y tu madre te cuiden desde el más allá. Y créeme que estarán felices de ver en la mujer en quien te has convertido, Eris.

—Gracias, Gabriel. —Gabriel se acercó a Eris y le habló al oído: —Me alegro mucho que encontraras a nuestros padres, hermana. —Eris lo miró en blanco sin saber qué decirle, mientras Gabriel le guiñó un ojo y se fue acompañado de David.

Regresamos callados, con Ghislaine, Eris y papá, a casa para transportarnos. Cúando llegamos Ariel Ariel nos esperaba ahi.

Luego de darle las condolencias a Eris, compartimos un rato con ella, bebimos té y jugamos con Edward. Cuando papá lo tomó en brazos, por alguna razón, miró tras la oreja de Edward y después se toco el lunar bajo su ojo, para luego mirarme con cara complicada.

Antes de irnos, hablé con Ariel en privado.

—¿Así que no encontraste al Dios de la Espada ni a Aleksander? .—dijo Ariel.

—Temo que no. Esto es un problema, pero ahora veremos qué hacer.

—Ya veo —dijo Ariel, quien me miraba como sostenía a Edward en mis brazos.

—Ariel, ¿tú me amas?

—Claro que sí, Rudeus.

—Si sobrevivo a esto, llevaremos a Edward a la aldea buena para bautizarlo.

—Claro, amor.

—Pero si muero, quisiera saber algo antes de dejar este mundo. ¿Edward es mi hijo?

Cuando miré a Ariel, estaba pálida.

—No lo es— dijo después de una pausa .

—Ya veo —dije, pasando el bebé en sus brazos, mientras le besaba la mejilla.

—Bueno, Edward, portate bien. Papá sustituto estará ocupado unos meses. Vendré a verte pronto, mi niño.

Le di un beso a Ariel y regresamos a casa.

Eris se fue a ver a los niños mientras yo me quedé hablando con papá.

—Gracias por traer a Phillip e Hilda, Rudy. Ya te lo había dicho, pero él era mi mejor amigo de niños.

—Lo sé. Hubiera deseado que estuviera vivo. Espero que tenga una vida tranquila cuando se reencarne.

—Bien, hijo. Es hora de regresar. Por cierto, yo quiero(...) mmm.

—Ya lárgala, viejo.

—¿Te has fijado en el lunar de Edward tras su oreja?

—Sí, ya me fijé. Ariel dice que su padre tenía esa marca.

—Ya veo. Buenas noches, Rudy.

—Adiós, papá.

Esa noche dormí con Eris y todos los niños. Por alguna razón, esa noche ella quería dormir abrazada a nuestros hijos.

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