Era una cálida noche de luna llena cuando Valeria decidió aventurarse en el denso bosque que rodeaba su pueblo. A pesar de que era consciente de los peligros que acechaban en la oscuridad, sentía una atracción inexplicable hacia ese lugar mágico. Mientras caminaba por el sendero iluminado por destellos de luz lunar, Valeria percibió un movimiento entre los árboles. Su corazón se aceleró y sus instintos le advirtieron que algo extraordinario estaba a punto de suceder.
De repente, emergiendo de las sombras, apareció un hombre alto y musculoso. Sus ojos brillaban con un fulgor dorado y su cabello oscuro caía en cascada sobre sus hombros. Valeria quedó paralizada ante su belleza inquietante. El desconocido se acercó lentamente, revelando afilados colmillos, y sonrió con una mezcla intrigante de cautela y curiosidad. Era un vampiro, una criatura de la noche que despertaba miedo y fascinación a partes iguales. Sin embargo, en lugar de sentir pavor, Valeria sintió una extraña conexión con aquel ser sobrenatural.
—¿Quién eres? —preguntó Valeria, tratando de ocultar la sorpresa en su voz.
—Mi nombre es Ethan, y soy un vampiro solitario en busca de respuestas —respondió él, su voz suave y melodiosa como un susurro del viento nocturno—. Pero ahora que te he encontrado, parece que el destino tiene otros planes para mí.