Después de que los aldeanos y sus hijos se fueran, Wang Muxiao se acercó a su hija y a Shitou. Al ver al niño parado allí con la cabeza baja, le frotó suavemente la cabeza y dijo —Li Heng, no tengas miedo. No eres tu madre y no te convertirás en una mala persona.
Esta fue la primera vez que Shitou escuchó a alguien llamarlo por su nombre además de su difunto Abuelo. Levantó la cabeza y vio a Wang Muxiao sonriéndole. Al mirarla a los ojos, sintió que realmente lo consideraba como propio, no como el hijo de otra persona.
—Tía Lu, ¿me odias por mi madre? —preguntó Shitou.
—¿Por qué debería odiarte? —le preguntó Wang Muxiao.
Shitou se quedó atónito ante sus palabras y no supo qué decir.
Al ver su expresión de confusión, Wang Muxiao rió entre dientes y dijo —Mira, no hay nada que me haga odiarte. Entonces, ¿de qué tienes miedo?