—Marido, acabamos de mudarnos, así que no podemos rechazar su invitación. ¿Y si piensa que somos arrogantes y no queremos asociarnos con él? —dijo Yi Jiao mientras se dirigía a la mesa de la cocina y ponía los tarros en ella.
—Entonces, ¿qué debemos hacer? No podemos simplemente ir y comer su comida. —Tras escuchar lo que dijo su esposa, respondió Chen Xiang.
—Podemos llevar algo bueno para él cuando vayamos. De esta manera, aún aceptamos su invitación y no dejaremos malas impresiones. —Yi Jiao sonrió a su marido, señaló las verduras encurtidas y cinco huevos de pato salados sobre la mesa de la cocina y explicó su plan.
—Esposa, entiendo. —Los ojos de Chen Xiang se iluminaron tras oír la explicación de su esposa.
Yi Jiao tomó una pequeña cesta de bambú, puso las verduras encurtidas y los huevos de pato salados en ella, y fue a lavarse las manos y la cara.