—La Madre Yang estaba tan asustada por las palabras de la prisionera que temblaba por completo, pero realmente no tenía nada y solo podía suplicar. —Hermana, por favor, perdóname. No te mentí. Puedes revisar mi cuerpo. Realmente no hay nada en mí.
—Las prisioneras se miraron entre sí y fueron a revisar la ropa de la Madre Yang. Incluso cuando la desnudaron, no se encontró nada —dijeron, enojadas, mientras escupían a la Madre Yang y la pateaban en el estómago.
—Después de ser pateada, la Madre Yang palideció y se enrolló desnuda en el suelo. Sostuvo su estómago y soportó el dolor.