Niran parpadeó contra la luz del sol intensa que se filtraba en su habitación, su visión se ajustaba lentamente mientras se daba cuenta de dónde estaba. Su dormitorio. Su santuario familiar y tranquilo. Y sin embargo, la vista de él llenaba su pecho con un vacío doloroso.
Se movió ligeramente en la cama, su cuerpo pesado por el agotamiento persistente. Mientras su mano tocaba instintivamente la marca en la unión de su cuello y hombro, se estremeció. La piel allí todavía latía débilmente, un recordatorio constante del Rito de Acoplamiento y la mordida de Raúl... su reclamo.
Sus dedos temblaban mientras pasaban sobre ella. Era cálida al tacto, como si su presencia permaneciera incluso en esta marca. Una ola de emociones la atravesó... confusión, arrepentimiento y la abrumadora punzada de soledad.