La mañana que siguió fue algo que Dani no esperaba sentirse increíble. Claro, se sintió increíble anoche, pero parecería que su resplandor postcoital duró hasta que se despertó. Todavía sentía cosquilleos por todo su cuerpo, y no pudo evitar sonreír mientras miraba a Abel
—Finalmente despertaste.
Casi dio un jadeo de sorpresa ante el repentino saludo de su marido. La estaba mirando con su mirada siempre penetrante, y su falta de ropa solo profundizaba el rubor que se extendía desde sus mejillas hasta todo su cuerpo.
—¿Por qué me asustaste así? —frunció el ceño ella—. ¿Y por qué me miras como si fuera una especie única?
—¿No es exactamente eso lo que eres? —replicó él pícaro con una mirada sensual—. Eres la mujer más hermosa que he visto, ¿no es así?