Abel viajó en su forma de niebla en cuanto terminó lo que hacía en el reino. Al amanecer, llegó a la flota donde Dani estaba a bordo.
—Parece que viajaste tan rápido como pudiste, Canciller —le dijo Sixto en tono de broma.
—Y parece que estás siguiendo a alguien para hacerte cargo de una flota de recreo en este viaje —respondió él burlonamente, haciendo que el Almirante Sixto se riera. Era bien sabido en el reino que muchos jóvenes oficiales competían por la atención de Lady Zaila, y Sixto era uno de ellos.
—Bueno, estoy aprovechando toda la ventaja que puedo —resopló Sixto.
Abel negó con la cabeza, sin perder más tiempo y preguntó al Almirante dónde estaba la cabaña de Dani. En cuanto lo averiguó, se convirtió en niebla y entró en ella sin importarle su privacidad.