Daphne casi saltó fuera del carruaje para correr hacia Cordelia. —¡Realmente estás aquí! ¡No puedo creerlo!
Cordelia recibió a Daphne en sus brazos. Daphne se maravilló de que estaba viendo a su mejor amiga en carne y hueso —ella no era una alucinación provocada por el calor del desierto. Aunque, Daphne no se sorprendería si Cordelia lo fuera. Lucía perfectamente normal a pesar del calor abrasador del desierto, nada perturbada por la falta de agua.
Llevaba una sonrisa tenue e indulgente, gentilmente —pero también algo torpemente— dándole palmaditas en la espalda a Daphne antes de separarse. Luego, se giró hacia Atticus, inclinando su cabeza levemente.
Parecía que con cada encuentro que tenía con el rey de Vramid, Cordelia se volvía más y más fría. Su comportamiento se sentía como una brisa helada en invierno, luchando contra el ardiente calor del desierto.