Una vez que la comida terminó y todos se preparaban para irse, Erin habló. —Aarón, ¿te gustaría dar un paseo conmigo?
La habitación quedó en silencio. Aarón echó un vistazo a Erin, luego a su hermano, sintiéndose atrapado entre los dos. Si rechazaba la invitación de Erin, la avergonzaría frente a todos, especialmente porque ella creía que estaban destinados a casarse. Sin embargo, si aceptaba, podría herir a su hermano.
Aún así, si su hermano fuera realmente un hombre, no dejaría que su mujer se sintiera menospreciada. Y Aarón no tenía intención de humillar a una dama.
Con una sutil asentimiento, Aarón se levantó, y Erin lo siguió.
—Tu tobillo todavía está lesionado —señaló Lucian.
Erin le lanzó una mirada aguda. —Aarón está conmigo. Es su lugar preocuparse, no el tuyo —dijo sin rodeos—. Deja de ser mi guardaespaldas y ten la dignidad de un Señor.
Todo el mundo intercambió miradas, sin palabras. Erin nunca se reprimía, y estaba claro que Lucian iba a tener dificultades.