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Al día siguiente, Nathaniel pasó tiempo en su residencia, instruyendo a su mayordomo sobre cómo empacar los artículos importantes que le pertenecían. Planeaba dejar la propiedad de su padre al día siguiente, pero no sin antes tomar una pequeña venganza esa misma noche.
A última hora de la tarde, el mayordomo se acercó a él. —Mi Señor, todo ha sido preparado según sus instrucciones —informó—. Además, algunos de sus sirvientes de confianza, junto conmigo, le acompañaremos.
Nathaniel emitió un murmullo silencioso de reconocimiento.
El mayordomo continuó sin esperar más preguntas. —Mi Señor, se ha dispuesto una carroza separada para llevar la lápida conmemorativa y las cenizas de su madre. La recogeremos cuando usted dé la orden. Además, se ha previsto enviar a la joven amante a su padre esta noche.
Una leve sonrisa se dibujó en los labios de Nathaniel mientras murmuraba de nuevo. —El último regalo para mi padre antes de irme.