—Prostitutas desagradecidas. ¿Nacieron por mí y se niegan a obedecerme? —la voz enojada de Elrod resonó a través de la celda de la prisión.
—Mejor sería que no hubiéramos nacido —escupió uno de ellos.
Elrod simplemente los miró con desprecio sabiendo que nada cambiaría mientras Aarón les hablaba a las chicas, —Como recompensa por tomar la decisión correcta por su hermano, ustedes cuatro pueden irse. Son libres.
Los cuatro lo miraron en shock pero entonces el soldado llegó para llevárselos, señalando que era el momento de partir. Creían que serían asesinados, pero este hombre les había perdonado la vida.