Después de que la familia Rainier se fuera, Arlan llegó a la Mansión Verner y encontró a Oriana contemplando el retrato de su madre en la sala de dibujo.
Ella notó su llegada y se volvió para mirarlo. —Si hubieras estado aquí un poco antes, podrías haberlos conocido.
—Me entretuve con algo, así que me retrasé —dijo él, acercándose a ella—. De todos modos los conocí en el palacio.
—¿En qué estabas ocupado? —preguntó ella.
Unos sirvientes entraron, cargando un gran retrato cubierto con una tela de seda.
—¿Qué es eso? —inquirió ella.
Arlan permaneció en silencio mientras los sirvientes colgaban el retrato al lado del de Amaya. Cuando quitaron la tela, Oriana quedó estupefacta.
—¿Abuelo?
—Sí.
Ella lo miró. —¿Cuándo se hizo esto?
—Después de que tu abuelo despertó, mi madre organizó que un artista lo pintara.
—¿Madre?
—Debe haber pensado que lo extrañarías. Pero el artista solo pudo completar la mitad antes de que tu abuelo falleciera.