De pie afuera de la entrada principal del Manor, Arlan esperaba la llegada de Oriana. Pronto, la carroza de la Princesa heredera entró en los muros de Manor Wildridge. Con una felicidad visible en sus ojos, observó cómo la carroza se acercaba.
Una vez que la carroza se detuvo, Oriana salió con Rafal ofreciéndole su brazo para apoyarla. Arlan estaba a punto de avanzar, pero escuchó hablar a Oriana.
—Todos, déjennos solos —Su voz era fría y clara, haciendo que todos se fueran.
Arlan miró a Rafal para entender qué había sucedido, pero Rafal simplemente se inclinó y se fue. Arlan entendió que Rafal estaba siendo leal a su nuevo amo y lo dejó ir.
Su mirada se encontró con la de Oriana, y era evidente que estaba enojada por algo.
—¿Estás molesta porque te dejé en el palacio y vine aquí? —preguntó, dando un paso hacia ella.
—Detente ahí mismo —ordenó ella, su mirada oscurecida como si perforara su alma.
Arlan se detuvo. —¿Qué pasa?