Arlan había leído en el libro que le dio Sierra que los demonios pueden ser particularmente lujuriosos en la noche de una luna nueva. Como era de esperar, Oriana sentía lo mismo. Él podía ver sus esfuerzos por reprimir sus impulsos, pero cuando él estaba allí, era lo último que esperaría de ella. Aunque era una demonio, ella era suya, y él debía cuidar de todo lo que necesitara.
Arlan se echó hacia atrás, sabiendo muy bien cómo sus palabras la habían afectado. La llamó intencionalmente "demonio", dejándole saber que no había necesidad de que ella ocultara nada, que él la había aceptado como su Demonio.
Oriana levantó la mirada hacia él, sus ojos parpadeando con una oscuridad furiosa en su interior, dejando visiblemente a flote la lujuria que sentía. Su cuerpo sentía que enloquecería si no lo tenía en ese mismo instante.
—Arlan —susurró ella en un aturdimiento.
—¿Hmm?
—Yo… quiero… a ti… —luchó con sus palabras mientras intentaba mantener el control.