Al filo de la medianoche, Alran y Oriana regresaron a la mansión. Oriana, ebria, se apoyaba pesadamente en Alran, tambaleándose peligrosamente. Drayce los ayudó a teleportarse de regreso, ya que los poderes de Alran aún no se habían manifestado por completo.
Arlan la guió a la cama, sosteniéndola en sus brazos y la hizo sentarse en la cama.
—Arlan Cromwell... Idiota... ¿por qué coqueteas conmigo...? —murmuró ella, enterrando su cara contra su pecho.
Con delicadeza, Alran desanudó el pañuelo de su pelo, permitiendo que sus mechones cayeran libremente a lo largo de su esbelta espalda. Pasó sus dedos tiernamente por sus sedosas hebras, desenredándolas con cuidado.
—¿Por qué no te alejas de mí?... —las palabras de Oriana salían como susurros fragmentados.
Una sonrisa suave asomó en los labios de Alran, imperturbable ante sus divagaciones de borracha.