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A la mañana siguiente, Arlan despertó y encontró a Oriana elegantemente posada en una silla, adornada con las vestiduras designadas para la Princesa Heredera. Ella aguardaba pacientemente su despertar. Una vez más, le resultó evidente que ella había orquestado su regreso del lugar de esa bruja. Tenía tantas preguntas para ella y aún tenía que mostrar su desagrado por lo que había causado al entrometerse en sus asuntos, vació su cama y buscó su abrigo, con la intención de visitar a su familia. Sin embargo, cuando se dirigía hacia la puerta, Oriana intervino.
—Su Majestad y el Príncipe Lenard ahora están en buena salud —reveló Oriana, consciente de sus intenciones.
Arlan se detuvo en seco, finalmente dirigiendo su mirada hacia ella. —¿Estás satisfecha ahora que tus acciones pusieron en peligro a toda mi familia? —preguntó, exudando un aire de desagrado.
Oriana había anticipado este reproche y sinceramente cargaba con la culpa. —Me disculpo. Solo quería ayudar...