—Su Alteza, Su Alteza se aventuró a la mansión de invitados del Médico Winfield esta tarde y parece que tiene la intención de quedarse allí durante la noche. No hemos observado señales de que su carroza haya partido —transmitió Imbert.
Los cansados ojos de Arlan se dirigieron a la hora, revelando que ahora era pasada la medianoche.
—Nuestras fuentes sugieren que Su Majestad ha aprobado las solicitudes de Su Alteza a cambio de su cumplimiento. Ella buscaba la libertad de desplazarse a voluntad y de trabajar como aprendiz del Médico Winfield —continuó Imbert.
—¿Libertad para deambular? —murmuró Arlan, y luego volcó su mirada de acero sobre Imbert—. Asegúrese de que no entre en los confines de la residencia de la Reina. Despliegue un contingente de caballeros para vigilarla.
—Por supuesto, Su Alteza —respondió Imbert.
—¿Y ese hombre? —preguntó Arlan.
—Ese hombre Luke todavía está trabajando en el palacio. Lo traeremos según las órdenes de Su Alteza —informó Imbert.