—Es mi prometida, la única hija de la familia Verner, Oriana Verner —repitió Arlan mientras miraba a sus dos sorprendidos amigos.
Arthur y Nathaniel se habían preparado para cualquier absurda revelación, como que el Príncipe tuviese un afecto secreto por su asistente personal, pero ni siquiera habían considerado esta posibilidad en sus sueños más locos.
—Entonces, ¿estás diciendo que la mujer que has estado buscando y desesperadamente intentando deshacerte de ella durante todos estos años ha estado justo bajo tu nariz durante los últimos meses, y no lo sabías? —por fin habló Arthur, su voz mezcla de incredulidad y descreimiento.
Arlan se pellizcó el puente de la nariz y suspiró.— Es algo así.
—Te engañó bastante bien —comentó Nathaniel con una risa despreocupada.
—Ella no me engañó. Ella misma no sabía quién era. Vino aquí para visitar a su maestro, que está tratando a mi padre. Eso es todo —Arlan les explicó la situación completa.