"A la mañana siguiente, Oriana se despertó envuelta en un capullo de calor reconfortante en medio del frío del tiempo. Se acurrucó tímida, albergando el deseo de prolongar su sueño un poco más, cuando una sensación peculiar llamó su atención. Su mano, que descansaba sobre una superficie firme y invitante, registró unas pulsaciones rítmicas debajo de ella.
«¿Por qué se siente como si fuesen los latidos de alguien?», meditó.
Con la curiosidad despertada, Oriana abrió lentamente los ojos, solo para ser recibida por la vista del pecho de un hombre. Parpadeó, su mirada momentáneamente desconcertada, como si intentase disipar la idea de que podía estar equivocada. Sin embargo, la vista ante ella permaneció inalterada, y su mano continuó percibiendo el ritmo constante de un latido bajo su tacto.