"Cuando Oriana entró por las puertas del palacio, vio a Arlan avanzando lentamente a través del foyer hacia la escalera. Su instinto era correr hacia él, pero Rafal e Imbert bloquearon prontamente su camino con sus espadas enfundadas.
A pesar de su posición elevada en comparación con su humilde posición de sirvienta, Oriana les dirigió una mirada feroz. Sus ojos brillaban con lágrimas, pero albergaban una fría determinación que transmitía su ira y frustración por ser obstaculizada.
Los dos caballeros permanecieron firmes, dejando claro que no tenían intención de permitirle llegar al Príncipe. Aunque se sintió tentada a emplear sus poderes y eliminar sin esfuerzo estos obstáculos, optó por un enfoque más racional, recurriendo a Roman para pedir ayuda. Sin embargo, Roman parecía inmutable, alineándose con los dos caballeros en lugar de hacerlo con ella.