Fue un toque suave al principio, pero como el fuego derritiendo el hielo, fue todo lo que Oriana necesitaba en ese momento. Un solo rayo de luz en medio de la asfixiante oscuridad.
—¿Ian?
En su sueño, escuchó otra voz, que parecía llamarla. La pesadilla comenzó a perder su potencia, la voz siniestra desvaneciéndose, derritiéndose, volviendo a la oscuridad, dejando solo rugidos enojados a su paso.
—¿¡Quién se atreve?! ¿Quién? ¡No! —esa voz hueca gritó enojada—. Esmeray, no te vayas...Esmeray, no.
—¡Oriana, despierta!
Una profunda sensación de alivio la inundó, como el primer aliento de una persona que se ahoga.
Como si hubiera una señal, sus ojos se abrieron de golpe, ojos avellana llenos de lágrimas, su cuerpo entero temblaba de shock.
—¿Estás...
Su pregunta fue interrumpida a mitad de camino porque la joven asustada había abrazado a su salvador, abrazándolo tan fuertemente como si estuviera aferrándose a él por su vida.
Vulnerable y frágil.