"Al primer atisbo de luz del sol apareciendo en el horizonte, Oriana volvió a la normalidad. Era hora de que ella se ocupara de sus deberes matutinos como asistente.
Frente al espejo, aseguró su largo cabello en un moño apretado, más apretado de lo habitual.
—Durante mi tiempo libre más tarde, realmente debería pedir prestadas tijeras a los sirvientes de la cocina o a los sastres y cortarme el cabello —pensó ella. Luego envolvió la larga tela cuidadosamente alrededor de su cabeza, ocultando completamente su cabello—. No debería caerse a menos que alguien lo tire con fuerza.
Le recordaba su experiencia reciente con Arlan y aquel diablo de ojos rojos. Ambos la persiguieron, y en el momento en que se lanzaron para capturarla, apuntaron a su pañuelo para la cabeza.
—También tengo que tener cuidado con esto —pensó.